LA POLÍTICA EN TIEMPOS DE ODIO

Escribió el Eclesiastés, hay tiempo para todo; “tiempo para amar y tiempo para odiar, un tiempo para la guerra y un tiempo para la paz”, resulta cíclica la vida, los momentos, los espacios. Hace años se había jurado ante todas las instituciones dejar atrás el totalitarismo, hoy parece que resurge. Cuando se prometió construir una aldea global, una globalidad, hoy se habla del nacionalismo y fue solamente otro tiempo cuando inspiró grandes movimientos durante el siglo pasado.

Las sociedades somos dadas a eso, a construir, destruir y luego reconstruir, es cierta la aciaga frase también del Eclesiastés; “nada nuevo hay bajo el sol”.

Nuevamente la política se enfrenta a tiempos de odio, tiempo con las emociones a flor de piel, quizá nunca han dejado de estar, cuando se quiere dibujar el futuro se observa el pasado y cuando se quiere juzgar el pasado se piensa en el futuro. Se piensa en lo político, que es lo de todos, pero más bien de aquellos. Es decir, la política se nos presenta como el tema de todos, porque la construcción es en presente, pero se evidencia con el pasado de aquellos.

¿Quién hace la política, el resentido o el de mucho sentido, quien construye un país, aquel que lo sufrió o quien lo desea?

México está construyendo una época, un tiempo, en el que la participación ciudadana tendrá un especial lugar. Esa construcción resulta evidente cuando empiezan a circular manifiestos, tanto de apoyo como de rechazo. La sociedad civil no solo es un contrapeso, siempre existen los contrapesos, pero estos deben ser en con la misma intensidad, si no se contradice el principio, y la sociedad es mayor porque es génesis de cualquier institución. Pero no ser un contrapeso en sentido material no limita su soberanía en sentido formal, la participación social debe ser racional, sincera y con visión, sin odios que nublen el juicio.

Hoy se ha vuelto heroica la política, porque resulta evidente que “a nadie se le da gusto” y cobra especial relevancia el sabio cuento de la familia y el burro. Cuenta la historia que andaba de pueblo en pueblo un hombre, su esposa y su pequeño hijo que subido al lomo de un burro iban felices, el hombre oyó el murmullo de la gente; “niño abusivo, sus pobres padres andando y el cómodo sobre el burro”, el buen hombre, cuidadoso de su testimonio, bajó rápido al niño y subió a su esposa al borrico, escuchó ahora; “que señora tan insensible su pobre familia andando y ella cómoda”, se subieron todos y entonces; “familia abusiva, pobre burro, mira que cargado viene”, decidió el viajero que anduvieran todos separados, los tres andando junto al burro, pero entonces; “mira que tontos, ellos caminando y cansándose teniendo un burro tan bueno que los pueda llevar”.

Así somos, nada nos da gusto y quizá este comportamiento empieza a desliarse en nuestras vidas como una absurda preparación cuando juzgamos el clima, ¿verdaderamente existirá el mal clima? La política debe ser cotidiana, común, incluyente y claramente ciudadana, pensamos que solo el funcionario politiza, cuando en realidad quizá sea el que menos lo hace.

Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.

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El Heraldo de Saltillo
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