AMLO Y LOS BURROS (DE SANTORINI)

TERESA GURZA

“Por favor no me cuentes más y déjame morir en la fe de mis mayores” me decía mi abuelita, cuando llegaba yo con alguna novedad de lo que sucedía en la Iglesia en tiempos de Juan XXIII.

Algo semejante me diría ahora de enterarse que, a partir de mayo de 2019, un kilo dejará de ser un kilo y de tantas otras cosas que eran y no son.

Creía en el limbo, que fue ya eliminado; en la virginidad antes del matrimonio, que hoy a nadie importa; y hubiera colapsado sabiendo que hay día internacional del orgasmo, anuncios de condones sensibles y recomendaciones para mejores erecciones y posturas más satisfactorias.

No le gustaba que yo usara pantalones y minifalda y actualmente pocas muchachas llevan vestido, a menos que sea cortísimo; confiaba a ciegas en los sacerdotes y sabemos que es mejor, huir de algunos; se curaba con homeopatía, que esta semana fue prohibida en las instituciones de salud y expulsada de las universidades españolas, por considerarla charlatanería; y sostenía que no se debía prometer lo que no iba a cumplirse.

Por eso y miles de cosas más, me alegra que no ande por estos rumbos.

Le hubiera sorprendido oír de López Obrador que en su gobierno México avanzará; pensaría que va a retroceder, porque sus promesas se parecen a lo que había antes de 1978, año en que murió.

Odiaba los embustes y le avergonzaría el desmentido del gobierno francés al electo mexicano, en eso de que Francia apoyaría la no construcción del NAIM; el del Vaticano negando que el Papa participaría en los foros de paz y el de EU aclarando que Trump, no vendría a la toma de posesión.

Y le enojaría que el compromiso de AMLO de sacar a los militares de las calles, haya terminado en una cuestionada Guardia Nacional coordinada por las Fuerzas Armadas; y la desaparición del Estado Mayor encargado históricamente de la protección de los presidentes, en dejar a sus integrantes en Los Pinos pero como guías turísticos.

Dudo de la congruencia de quien impulsa leyes a modo y dará impunidad a los corruptos, tras años de condenarlos; y es ya tan íntimo de varios empresarios que eran de la mafia en el poder y adversarios de la Cuarta Transformación, que varios serán consejeros de su gobierno.

Me preocupa la salud mental de quien llevará lo que ofreció en campaña a consultas “que NO serán imparciales» y hace “para complacer a los conservadores”; siendo que son precisamente ellos, los que no quieren que consulte tanto y exigen cumpla su responsabilidad, sin pasar a otros la bolita.

Me indigna que la legisladora morenista Ernestina Godoy, que hace limpias en su curul en lugar de leyes, vaya a ser la Procuradora de la Ciudad de México.

Y que quienes quedaron en el PRD al abandonarlo los amlovers luego que su jefe lo hizo polvo, se agarren a sillazos y trapeen el suelo con el registro del Partido Comunista, que en mala hora heredaron y debíamos hacer algo para quitarles.

Me asusta tener que cargar seis años con quien no quiere ser florero, mientras en Santorini se anuncia que los burros que cargaban turistas no lo harán más.

Hace años mi esposo Matías pidió a un gringo tipo Trump, por obeso y anaranjado, que se apeara del pobre burro sobre el que se había trepado para subir los 600 escalones, que llevan a lo alto de esa isla griega.

En eso, como en miles de asuntos, Matías tenía razón y las autoridades griegas acaban de prohibir, que los burros carguen gordos.

El Ministerio de Desarrollo Rural y Alimentación del país helénico, decretó que los animales no deben llevar más de 100 kilos; que no tengo idea como serán medidos, cuando el kilo ya no sea kilo.

El archipiélago de Santorini, es lugar favorito del turismo por sus casas blancas de techos azules y una de las principales atracciones es el casco antiguo de Firá, ubicado en lo alto.

Con el flujo de visitantes y la necesidad de divisas, los burros que ayudaban a los nativos a subir y bajar mercancías, se convirtieron en vehículos para quienes no querían usar el teleférico o llegar agotados.

Pero al aumentar los visitantes obesos, sobre todo estadounidenses, activistas de la organización PETA denunciaron que soportar semejantes pesos ocasionaba a los animales problemas de salud y terminaban el día sin poder moverse y con heridas en la columna vertebral.

Envidio un gobierno que hace caso.

 

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Teresa Gurza
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