Víctor Mario Bórquez
Con un trío de intérpretes de lujo -Javier Bardem, Ricardo Darín y Penélope Cruz- y una dirección impecable del laureado director Asghar Farhadi, dos veces ganador del Óscar en la categoría de Mejor Película en Idioma Extranjero, este filme es un notable estudio de la naturaleza humana y un potente relato que cautiva de principio a fin.
Acá está dado todo para que una excelente película cautive a los espectadores por tres motivos: El primero, para admirar el nuevo trabajo de Asghar Farhadi, el muy notable director iraní que ha entregado dos magníficas cintas anteriores –“La separación” y “El viajante”, ambas ganadoras del Óscar de la Academia en la categoría de Mejor Película en Idioma Extranjero- y que, como lo suelen hacer los grandes maestros, indaga de manera profunda en la naturaleza de las relaciones humanas.
El segundo, porque pocas veces un trío de actores se concentra de tal manera que es una delicia ver las interpretaciones de lujo que brindan Javier Bardem, la hermosa Penélope Cruz y Ricardo Darín, cada uno de los cuales ha demostrado con solvencia que son grandes actores, capaces de desdoblarse y hacernos sentir la esencia de sus personajes.
La tercera razón: se trata de una película construida de manera impecable, que parte como una agradable comedia de costumbres y pronto entra de lleno en el terreno del más implacable thriller, que se arriesga además a un final notable en su economía de recursos y en su provocación.
“Todos lo saben” (España, 2018), desarrolla en 133 minutos un drama potente, que atrapa por las implicancias morales que se desprende de un terrible caso de secuestro de Irene, una adolescente que ha llegado con su madre y su hermano menor desde Argentina, para el casamiento de la hermana de su progenitora en un pueblo español.
En plena fiesta, y con un corte de luz provocado por desconocidos, la joven Irene desaparece desde la habitación y es este terrible suceso el que pondrá en evidencia un pasado que involucra directamente a Laura (Penélope Cruz), a su esposo argentino Alejandro (Ricardo Darín) y a Paco (Javier Bardem), un antiguo novio de Laura quien tiene una tensa relación con la familia de ella, producto de una compra de terrenos hace dieciséis años.
El caso se oculta a la policía del pueblo y todos los que rodean a los protagonistas empiezan a reaccionar de manera inusual ante el caso, porque el secuestro saca a relucir antiguos fantasmas, donde se cruzan el odio, el deseo de venganza y secretos inconfesados.
Como buen relato de suspenso, todos comienzan a dudar del otro. Incluso del padre argentino que no pudo asistir a la boda por problemas laborales, pero que aparece cuando se entera del secuestro. O de la propia familia de Laura, quienes no olvidan ni perdonan la venta apresurada que hizo Laura a Paco de unos terrenos… y así, el caso del secuestro es el detonante para que el verdadero tema del filme surja: la naturaleza humana enfrentada a una situación extrema.
Un mérito nada menor es que el director Farhadi sabe sacar adelante una historia típicamente española, en un lugar que no conoce y con personajes que no son iraníes. No
obstante, cualquier duda queda desechada, porque el realizador arma su relato con una fluidez impecable y sabe dirigir a tres de los más grandes intérpretes del momento, demostrando que su pulso se mantiene firme y sus ideas siguen plenas y vigentes.
Sortea del mismo modo la inevitable dosis de telenovela que significa narrar dramas familiares concentrados en un solo espacio (una hermosa casona española en el corazón del pueblo) y potenciar el suspenso que en ningún momento se desborda o cae en efectismos.
Así, deja de lado la tarjeta postal que podría significar en el bello escenario español y se concentra en sus personajes, en sus dramas terribles que caen de manera directa en el terreno de la ética y el sentido de la culpa, la mentira y hasta la religiosidad (el personaje que interpreta Darín apela a Dios y confía en sus designios), haciendo de este filme una brillante radiografía de la pequeñez de los seres humanos.
“Todos lo saben” fue presentada como película de apertura del Festival de Cannes en mayo pasado, y concursó nada menos que por la Palma de Oro, demostrando que el talento de su director permanece intocable. Una gran película, imposible de no aplaudir.
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