A 45 AÑOS

 TERESA GURZA

Fue complicadísimo llegar, porque en 1974 algunas calles de San José de Costa Rica no tenían nombre ni número y había que seguir datos del tipo de: a tres pasos de la Pulpería la Luz y dos metros a la derecha de la cantina amarilla y a cinco de la esquina izquierda donde está la escuela tal…

Iba a entrevistar a Renán Fuentealba Moena, prominente figura del Partido Demócrata Cristiano de Chile, que había tenido que dejar su país por haber firmado horas después del golpe que el 11 de septiembre de 1973 derrocó al Presidente Constitucional Salvador Allende, la Declaración de los 13; documento de condena a la Junta Militar y sus violaciones a los derechos humanos.

Me esperaba en un modestísimo departamento, que alquilaba en un barrio de las afueras de la capital tica.

Lo recuerdo de baja estatura, austero y frágil, friolento y blanco de cutis; apariencia contrastante con las tronantes declaraciones que me dio para el periódico El Día; donde yo trabajaba como reportera de Asuntos Especiales.

Y en realidad era fuerte, porque este abril cumplió 102 años.

La idea de ir a verlo, surgió de René Largo Farías; militante comunista, promotor de la música y la cultura popular chilena y a quien conocí en alguna de mis visitas a Chile durante el gobierno de la Unidad Popular, porque era jefe de la Oficina de Información y Radio, del presidente Allende.

Antes del golpe había yo entrevistado para la televisión mexicana tres veces en Santiago y una en México, a Allende; a su canciller Clodomiro Almeida, a sus opositores Jaime Guzmán, Patricio Aylwin, Sergio Onofre Jarpa, Antonio Tagle Valdés y el coronel Labbé, y a los dirigentes comunistas, Luis Corvalán y Volodia Teitelboim.

Y después, a todos los dirigentes de la izquierda chilena; por lo que Largo Farías (asesinado a golpes en Santiago de Chile en octubre de 1992, en un crimen no totalmente aclarado) consideró que dar a conocer los puntos de vista de Fuentealba en México, donde vivían cientos de allendistas a los que el presidente Luis Echeverría había dado asilo, ayudaría a la causa de la democracia; y a que se comprendiera, que había sectores democristianos con los que se podía contar para resistir a Pinochet; y que la cabeza de ellos, podría ser Fuentealba.

Su aval a la Declaración de los 13, tuvo especial resonancia porque era un destacado abogado y había sido regidor, intendente, diputado, senador y presidente en tres diferentes periodos, del Partido Demócrata Cristiano (después lo fue cuatro veces más); en fin, era Fuentealba un político clave en el contexto chileno.

Y ese día en San José, ratificó su discrepancia con la posición de la DC justificando el golpe; y advirtió, que sólo en libertad sustentada por la mayoría del pueblo y no por minorías excluyentes, se podía aspirar a la transformación humanista y democrática de Chile.

Y me platicó que antes del 11 de septiembre, estaba convencido de que era posible una solución democrática si Allende llamaba a un plebiscito.

Pensaba que si la votación era favorable al presidente, podía obtener la reforma constitucional para hacer los cambios pacíficos que había prometido y a los que se oponía el Congreso; y si perdía, podría negociarse su salida del gobierno como demandaba la oposición.

Cuestión ésta que no le creí sucediera, porque Allende me había dicho que solo saldría de La Moneda “con los pies por delante, en un pijama de madera”.

Buscando el diálogo, Fuentealba se reunía con representantes de ambos lados; y aunque había coincidencias con el Partido Comunista, era insultado y criticado tanto por democristianos como por gobiernistas; principalmente por el Partido Socialista al que pertenecía Allende.

Era entonces secretario general del PS Carlos Altamirano, ahora de 95 años, y acusado por izquierda y derecha, de ser uno de los causantes del fracaso del gobierno de Allende.

Lo responsabilizan también, de echar gasolina a las llamas de la intolerancia y apresurado el pinochetazo, con su discurso del 9 de septiembre; cuando dijo “el golpe no se combate con diálogos”, anunció que Chile se transformaría “en un nuevo Vietnam heroico” y amenazó con “utilizar la fuerza del pueblo para aplastar a la minoría oligárquica”..

A todo eso, Altamirano respondió esta semana con un «puras pamplinas» a un periodista del diario La Tercera, que habló con él en su casa de Santiago; donde vive auto-marginado de la política y pidiendo lo dejen tranquilo, porque no desea ser recordado.

Volviendo a Fuentealba, en el exilio mantuvo la convicción de que solo la unión de los antipinochetistas, podría devolver a Chile la democracia.

Y de Costa Rica, se fue a Venezuela; donde en 1975, promovió una reunión de los partidos contrarios a la dictadura, cuyos representantes concluyeron que “únicamente la acción concertada de todas las fuerzas políticas y sociales de oposición podía dar a Chile un gobierno democrático y estable”.

En 1979, aún fuera de Chile, fue electo Presidente de la Organización Demócrata Cristiana de América; y en 1983, regresó a su patria para iniciar la reconstrucción de su partido y organizar la Alianza Democrática.

Esta Alianza fue el antecedente de la Concertación de partidos que ganó el plebiscito del NO, que impidió que Pinochet continuara gobernando.

Y que, a partir de 1990, llevó al poder a los democristianos Patricio Aylwin y Eduardo Frei y a los socialistas Ricardo Lagos y Michelle Bachelet; a ella, en dos ocasiones.

Los cuatro han destacado el valor histórico de la Declaración de los 13 y los valientes que la firmaron; como Fuentealba, el recién fallecido Andrés Aylwin y otros 11 personajes; porque ayudaron a la unidad de la oposición y al fin de la dictadura.

Hace poco leí en El Mercurio que, al cumplir cien años, Fuentealba lamentó que su total dedicación a la política hubiera deteriorado la relación con sus hijos y nietos, que ha sido poco cercana y amorosa y que sufre por no verlos con frecuencia.

Así me enteré que está vivo; le mando saludos..

 

Autor

El Heraldo de Saltillo
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