El investigador emérito de la UNAM exhortó a quienes tengan un ancestro náhuatl, zapoteca, purépecha, maya, ñañu o de cualquier pueblo, que permitan conservar a sus hijos la lengua originaria
Ciudad de México.- “Uno de mis nietos me preguntaba hace poco ¿tú qué crees abuelo?, ¿México tiene más raíces que otros países?, yo le respondí: no hay país en América que tenga más raíces culturales, no es chauvinismo, es la verdad; pensemos tan solo en el legado mesoamericano”.
Miguel León-Portilla resaltó que en Palenque, Chichén Itzá, Uxmal, en el arte de Teotihuacán, en 800 conventos fortaleza, y en donde la mano indígena está presente, en su literatura como bien intangible, pero real, “veremos que hemos tenido el privilegio de venir a esta tierra”.
El investigador emérito del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH) de la UNAM habló con elocuencia didáctica, enfatizó fechas y sucesos con su voz rasgada, como si alguien talara un árbol de raíz robusta, siempre de pie.
“Exhorto a todos los que tengan un ancestro náhuatl, zapoteca, purépecha, maya o ñañu, o de cualquier pueblo, que a sus hijos les conserven la lengua. A veces, antes les daba vergüenza hablarlas porque les decían ‘indio’… que te digan indio, que te digan pueblo originario, ¡es una cosa ma-ra-vi-llo-sa!”, afirmó.
En la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, a donde asistió a la mesa “Protagonistas de la Literatura Mexicana: Natalio Hernández”, y a propósito del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, a celebrarse hoy, 9 de agosto, el autor de “Visión de los Vencidos” indicó que los pueblos originarios son la presencia del tesoro maravilloso de México con sus lenguas.
“Cada lengua es como una atalaya para ver el mundo, nos muestra facetas de la realidad, cada una segmenta mentalmente la realidad. Nosotros tenemos, dicen, 68 lenguas y muchísimas variantes, es un tesoro increíble, una sinfonía; ojalá que no las perdamos”, subrayó.
La palabra, añadió, es uno de los máximos tesoros del ser humano, la tenemos como fruto de la evolución biológica, de muchos milenios; tenemos en la cabeza la capacidad simbolizante; entonces, si digo “Xóchitl”, en mi cabeza se aparece la idea de flores, de guirnaldas. “Ese don lo tenemos en México, con tantas lenguas. Recuerden, el tlacuilo era el pintor, pero también el escriba”.
México, prosiguió León-Portilla, es un país único por su naturaleza, cultura y gente. “Me gusta citar a López Velarde cuando dice: ‘Suave patria, tu territorio mutilado todavía es tan grande que cuando el tren va por la vía, parece aguinaldo de juguetería’. Hemos padecido mucho, tanto crimen, tanta cosa tan triste, pero tenemos un “tonalli” (soplo divino-destino), y creo en México”.
Natalio Hernández, quien fue homenajeado por “su canto a la vida, al hombre y a la naturaleza”, como protagonista de la literatura indígena, aclaró que Nezahualcóyotl no significa “coyote hambriento”, como se ha considerado, sino aquel que “practica la abstinencia, el ayuno para poder crear y filosofar”.
Miembro correspondiente por el estado de Veracruz de la Academia Mexicana de la Lengua y traductor al náhuatl de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, “Nataliotzin”, como le llama León-Portilla, escuchó la interpretación sonora de su poema, que describió ese momento: “Axcan Nipaqui” (Ahora soy feliz).
Recordar qué somos
Víctor Manuel Toledo, del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (IIES) de la UNAM, dijo que existen entre 400 y 500 millones de indígenas en el mundo, agrupados en más de siete mil pueblos originarios. “Son los que están dando una resistencia sui géneris”.
En México, la población indígena crece más rápido que la mestiza, resaltó. Según datos del INEGI, en el año 2000 se estimaban unos 12 millones de mexicanos de pueblos originarios, para 2010 eran 17 millones, y en el conteo de 2015 se registraron 25 millones, que se reconocen o se perfilan como integrantes de este sector social.
“Son las voces de estos pueblos las que nos recuerdan que para que el país tenga futuro tiene que volver al rescate de todo esto, sobrepasar el rasgo de modernidad sin memoria; estamos en una época en donde hay un ‘alzheimer civilizatorio’, y ha tomado cuerpo. Un primer acto de subversión es recordar qué somos”, enfatizó. (UNAM)
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