Por Andrés Burgo
Moscú.- Aunque la práctica de Perú de este jueves se había anunciado a puertas cerradas, un centenar de compatriotas se acercaron al Arena Jimki, a 20 kilómetros de Moscú, para ver pasar a los jugadores. Para Miguel F, uno de los presentes, se trató de una pequeña locura dentro de otras más grandes, como haber engordado 25 kilos en tres meses para comprar una entrada de discapacitados.
En las calles de Moscú, en especial en la Plaza Roja, sobresale una enorme cantidad de hinchas latinoamericanos. Colombianos, mexicanos, brasileños y argentinos son, en los últimos años, una imagen habitual de las Copas del Mundo, pero en 2018 la novedad la dan los peruanos, ausentes en los Mundiales hacía 36 años.
Entre los 43.582 peruanos que consiguieron entradas para Rusia 2018, y que según datos de la FIFA convirtieron a su país en el octavo que más compraron, cada hincha vivió su propia odisea. La de Miguel F., limeño de 24 años, fue exponerse a un significativo cambio de su cuerpo. Y, en cierto modo, a poner en riesgo su salud.
«Las entradas se acabaron enseguida, y yo no podía quedarme afuera del Mundial. Soy más fanático de Perú que de mi equipo, Universitario. Fui a todos los partidos de las Eliminatorias, incluso cuando sólo éramos 20 mil, ante Ecuador. Así que me había jurado venir a Rusia», le dijo Miguel a dpa.
«Lo único que quedaban, en la web de la FIFA, eran entradas para discapacitados. Me fijé cuáles eran los requisitos: estar en sillas de ruedas, algo específico para mujeres y sufrir de obesidad mórbida, 35 de IMC, el índice de masa corporal. Me fijé la mía, estaba en 30 e hice cuentas. Debía subir 25 kilos», relató Miguel.
Sin novia, pero con una madre preocupada («estás dejando tu salud por el Perú», le decía), Miguel F. al menos aumentó su actividad física para no sumar un nuevo foco de deterioro. «Nado dos kilómetros por día», se ataja.
«Primero compré la entrada y después empecé a engordar. Comía de todo, mucho hidratos de carbono. Tenía tres meses para presentar el certificado médico de obesidad corporal. Por suerte pude cumplirlo y la FIFA lo aceptó», agregó, mientras mostraba su certificado y su entrada, que aclara «obese seat» (asiento para obesos), para el partido que Perú jugará este sábado ante Dinamarca en el Mordovia Arena, de Saransk.
«Por las dudas seguí comiendo, no sea cosa que no me dejen pasar», agregó entre risas Miguel, mientras terminaba de arreglar su viaje a Saransk. «Vamos en BlaBlaCar, es una aplicación que te permite subirte al auto de un ruso que viaje para allá. Solo pagué 15 euros», lo informaba Gianfranco Sotelo, un arquitecto peruano que estudia en Madrid.
El traslado desde Moscú hasta la sede más pequeña del Mundial es un problema para los peruanos, ya que los pasajes en avión y en tren están agotados desde hace semanas. Muchos decidieron viajar hacia una ciudad cercana, Ruzayevka, y desde ahí trasladarse en taxi.
«Conozco gente que vendió su auto», dijo Marco García, empresario limeño. «Y un amigo mío pensó en romperse la pierna, también para conseguir la entrada de discapacitados, pero no se animó», agregó, mientras Miguel F, a un costado, sonreía por su locura cumplida. (DPA)
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