“LOS EXTRAÑOS: CACERÍA NOCTURNA”

VÍCTOR BÓRQUEZ NÚÑEZ 

Esta inquietante secuela del filme de 2008, retoma con bríos aquello que hizo inmortal al subgénero denominado slasher, la presencia de enmascarados dispuestos a masacrar a una familia en un sitio aislado, sin que exista una razón aparente. Entre medio, homenajes al maestro John Carpenter y un impecable tratamiento del agobio.

Este interesante filme, nueva versión de uno de 2008, es un excelente acercamiento al corazón de ese subgénero denominado slasher, anglicismo derivado de la palabra «slash» («cuchillada» o «corte» en inglés), que siempre tiene la presencia de un psicópata, el que asesina brutalmente a adolescentes y jóvenes aislados en algún lugar.

Sin dudas, la pieza fundacional de este subgénero será siempre la muy notable “Halloween” de John Carpenter, un modelo más que imitado, aunque no siempre se han logrado alcanzar su buen nivel. Uno de los factores que atenta contra la calidad de estas piezas fílmicas es la poca novedad que presentan, en especial cuando se van repitiendo ciertos elementos o códigos.

Conviene recordar, por ejemplo, que hace ya veinte años se produjo el esperado estreno de “Scream: vigila quien llama” de Wes Craven, un más que logrado ejercicio de metacine (un filme en que se analizaba y parodiaba los elementos característicos de este subgénero), teniendo como personaje central a un personaje con la cara cubierta por una máscara, siempre persiguiendo con armas blancas a un puñado de adolescentes, la mayoría de los cuales se encontraban en situaciones extremas de sexo y alcohol.

Una década después apareció la película “Los extraños”, de Bryan Bertino, un ejemplo aterrador de corte angustiante, que aprovechaba los recursos del cine de encierro en una historia sobre una pareja aterrorizada por tres psicópatas enmascarados (dos mujeres y un hombre) que, sin mediar una razón, trataban de entrar a su casa para matarlos.

Curiosamente, pasaron diez años más para que apareciera la secuela: “Los extraños: Cacería nocturna”, tiempo exagerado si se considera que pudo perfectamente convertirse en una serie o franquicia, sobre todo considerando la estructura de tener pocos personajes, un escenario reducido y pocos efectos especiales. En pocas palabras, era una idea potente para convertirse en una saga del slasher.

En estricto rigor, este filme es un reinicio potente, angustiante y bien diseñado, donde una familia debe mudarse temporariamente a un pequeño pueblo balneario (escenario habitual en este subgénero) que se encuentra cerrado por temporada invernal y, por lo tanto, vacío, convirtiéndose en un lugar más que propicio para la aparición de estos enervantes asesinos enmascarados.

Al igual como sucedía en el filme de 2008, acá la lógica y el guion importan poco o nada, porque lo que interesa es saber cómo logrará sobrevivir esta familia que está en crisis económica y cuyos hijos adolescentes se encuentran enfrentando sus peores momentos de adaptación a los cambios.

Lo más desesperante de “Los Extraños: Cacería nocturna” es que todo transcurre de noche, con poca visibilidad y los protagonistas deben escapar por un laberinto de remolques idénticos que se encuentran deshabitados. Así, predomina una sensación de circularidad asfixiante que hace más intenso el drama que se vive.

Lo más destacado de todo el filme es el empleo de elementos visuales algo fuera de época, tonos pasteles y el uso de una banda sonora que tiene como motivo central el tema “Eclipse total de corazón” de Bonnie Tyler, todo lo cual se concentra en la mejor parte de la cinta -el enfrentamiento en la piscina- que, lejos, es una secuencia brillante tanto en su concepto visual como en su desarrollo y resolución.

El filme añade cierto elemento de legitimación, gracias a la ya característica frase “basada en hechos reales”, elemento cinematográfico que permite desprenderse de la verosimilitud y concentrarse en una narración que parte por aceptar todos los elementos que se entregan, teniendo presente que aquello sucedió y, por lo mismo, no puede ser discutido.

Lo mejor de esta nueva versión es que se concentra en lo que debe ser su sello: el agobio, la persecución, la demencia desatada, sin que sepamos nunca el porqué de todo lo que se despliega en la pantalla grande y que, a diferencia de lo que sucede con otros filmes terroríficos en donde se exacerba hasta límites pornográficos la violencia, acá todo es elegante (dentro de lo que se entiende por elegancia la capacidad de mostrar sin exagerar, sin solazarse en lo grotesco).

Hay referencias explícitas al cine del maestro John Carpenter –era que no- considerado el director fundador de todo este subgénero de asesinos enmascarados y que generalmente se encuentran en pueblos alejados, en el campo o en lugares de acceso difícil. Hay, hacia el final de la película, un más que evidente homenaje a uno de los mejores instantes en la carrera de Carpenter, que de seguro sacará la sonrisa nostálgica a los fanáticos y cinéfilos.

Teniendo en cuenta todo el peso de tratar de generar una secuela o remake con diez años de distancia de la original, el trabajo del realizador Johannes Roberts mantiene el espíritu original, logra provocar sobresalto y deslumbra por su capacidad para provocar tensión y angustia, evitando los efectismos, los excesos y los recursos innecesarios de decenas de filmes de este estilo. Solo por eso, es una grata revisión de los tópicos de ese subgénero que se niega a morir.

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El Heraldo de Saltillo
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