ALBERTO BOARDMAN
El segundo Waterloo

Ante la amenaza, Juárez ofreció el diálogo, dando origen a “Los Tratados de La Soledad” celebrados en febrero de 1862, mediante los cuales se negociaron términos y plazos de pago en la hacienda de “La Soledad” cerca de Veracruz. Españoles e ingleses se retiraron conformes con el plazo de moratoria ofrecido por México, pero los franceses, con todo y que eran a los que menos se debía, exigieron de inmediato el pago total de la deuda, amén de una cantidad inverosímil de exigencias que a todas luces resultaban imposibles de ser cumplidas. Lo que en realidad pretendían los franceses era tener el pretexto para un enfrentamiento bélico del cual sacar partido posterior a una invasión, considerando la posición geográfica de México respecto a los vecinos del norte. Así que a finales de abril desconocieron los “Tratados de La Soledad”, y pusieron en marcha su ejército rumbo a Puebla, a efecto de proceder luego hacia la ciudad de México, ya en franca declaración de guerra.
Los franceses poseían un ejército bien preparado y equipado que se vanagloriaba de no haber cedido ni una sola batalla desde 1815 en Waterloo, cuando Napoleón perdería contra los ejércitos inglés, holandés y alemán, dirigidos por el Duque de Wellington. Y vaya que posteriormente a dicha derrota habían triunfado en múltiples ocasiones, ahí están las batallas de Solferino, Magenta y el sitio de Sebastopol; sin embargo nunca se imaginarían que 47 años después, volverían a probar las hieles del fracaso sólo que ahora en México, en Puebla un 5 de mayo de 1862. La batalla logró retrasar la instauración del Segundo Imperio Mexicano establecido en el país de 1863 a 1867, pero esa ya es otra historia.
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