HÉCTOR A. GIL MÜLLER
El suicidio es un mal que aqueja al mundo, no solo Saltillo ha sido lacerado por esta “epidemia” que no respeta edades, condiciones sociales o problemáticas que lo detonan. México y el mundo se duelen ante una acción que cada vez nos asombra menos.
En el mundo cada año se registran 800 mil suicidios; en 2015 se declaró como la segunda causa de muerte en los jóvenes de 15 a 29 años, y se estima llegue a ser la primera causa de muerte en este grupo etario. Cada 40 segundos una persona pierde así la vida, y con ella toda la esperanza de la humanidad en su propósito.
El suicidio combina, en el individuo, el desconocimiento de un propósito, refleja un vacío que impide detenerse y proyecta una autoestima tan baja que es imposible jerarquizar lo verdaderamente importante. No es una conducta que refleje el fracaso egoísta del individuo, sino el fracaso de todos nosotros. Porque es a la humanidad a quien le ha sido conferida la humanidad.
Demuestra un fracaso como sociedad que imperamos más las cosas que las emociones y sus razones, demuestra que el sistema ha sido incapaz de orientar los valores y roles de cada institución social, porque si bien es cierto que la educación comienza en la casa, y la radicación de valores es menester de la crianza, buscamos que sean las decisiones individuales las que perduren. Es algo así como que todos estamos de acuerdo en que es la educación la que rescatará a nuestro México pero cuando se trata de decidir a su líder nunca se valora que tan educado está para la función.
El suicidio refleja una sociedad vacía que es incapaz de recordar al individuo el propósito de su destino y también lo rápido con que cambian las circunstancias.
Demuestra el fracaso ante su compromiso de quienes hacen del suicidio un lucro morboso y causan indirectamente más réplicas. Refleja como las instituciones sociales no han podido cargar con la responsabilidad de orientar la vida de los suyos a mayores alturas. Mantener erguido el supremo valor de sabernos vivos.
¿Cuánto vale un suicida?, Resulta la pérdida más valiosa, porque nos demuestra que ya hemos vencido sobre la selección natural e incluso sobre una selección técnica, pero aun así el hombre se encuentra extraviado en un abismo donde su vida resulta tan frágil y débil como aquel animal que acechaba a los primeros pobladores en sus cavernas.
Pareciera que solo hemos avanzado en comodidades y que ellas no son suficientes para paliar una decisión así.
Ante el suicidio debemos avergonzarnos, pues hemos fracasado iglesias, gobiernos, escuelas, familias y por ende sociedad. Nos queda largo camino para demostrar a Hoobes que nuestra evolución es cierta y mejoramos y que no, que el hombre no tiene por qué ser el lobo del propio hombre.
Yo soy Héctor Gil Müller, y estoy a tus órdenes.
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