Nueva York.- Las mujeres migrantes de todo el mundo envían 60.1 billones de dólares a sus lugares de origen*. Una súper fuerza económica que, sin embargo, recibe salarios inferiores a los de los hombres y que, peor aún, es víctima de múltiples formas de violencia.
Esa enorme fuerza productora de riqueza está constituida por más de 244 millones de mujeres, se informó durante la mesa que realizó ONU-Mujeres el pasado 21 de marzo, para hablar sobre los obstáculos y adversidades que enfrentan las migrantes, en el marco de la CSW 62 Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer.
La directora de ONU-Mujeres Phumzile Mlambo-Ngcuka, recordó que las migrantes son quienes velan por sus familias e intervienen en sus comunidades, al trabajar y enviar sus remesas. Sin embargo, cuando migran sufren porque muchas veces son vendidas, traficadas como esclavas o como trabajadoras del hogar.
Además, son las peor pagadas, con salarios precarios. En el caso de las trabajadoras del hogar, se quedan en su lugar empleo porque no tienen a dónde ir, y ahí mismo sufren violencia y abuso, ya que en muchas ocasiones les secuestran sus documentos. Esto las coloca en riesgo de ser repatriadas más facilmente e incluso deportadas, lo que también puede poner en riesgo su vida, denunció Mlambo-Ngcuka.
Y lo más negativo, sostuvo, es que sufren abuso psíquico y físico, tanto en su país de origen como en el de destino. Y también en ambos países sufren de falta de servicios básicos y de justicia. Por eso es urgente que ellas tengan acceso a la justicia, «ser líderesas más no víctimas y contar con todas sus compensaciones y beneficios».
La integrante del Comité de Protección de Derechos Humanos de la ONU, María Landdazuri de Mora, dijo que ante la violencia que enfrentan las mujeres migrantes, los países miembros de Naciones Unidas deben poner atención en sus Derechos Humanos, ya que la migración es un movimiento humano regular.
En la mesa de análisis, que tuvo lugar durante una tormenta de nieve, las y los participantes -entre ellos Juan Carlos Mendoza García, representante permanente de Costa Rica ante la ONU; Louise Blais, representante permanente del Canadá ante la ONU; Carla Mucavi, directora de la FAO; Paola Cyment, de Argentina y, Jenna Hennebry- coincidieron en que faltan políticas para proteger a las mujeres migrantes.
Recordaron también que los motivos de la migración tienen que ver con las condiciones de pobreza, falta de trabajo, por la inseguridad, la violencia y, por supuesto, por hambre. Se les tiene que dar un trato equitativo, de cooperación y sin discriminación, porque hacen una contribución muy importante, que requiere de ser reconocida a nivel global. Se deben de adoptar políticas de participación para mujeres lideresas porque, contrario a lo que dicen políticos y medios de comunicación, una migrante no se convierte en criminal por no tener visa.
Una mujer llamada María, me narró cómo, desde antes de iniciar su trayecto, muchas migrantes (como ella lo hizo) tienen que tomar anticonceptivos al momento de iniciar su recorrido por temor a ser violentadas sexualmente durante su trayectoria.
En el estudio de ONU Mujeres «Woman workers journey trough the margins, labour migrantion and trafficking» (2014) se habla también de cómo muchas mujeres migrantes pasan como hombres, se cortan el cabello, se ponen cinta adhesiva (tape) en sus pechos para cubrirlos o pretenden parecer lesbianas, para que los agresores no se les acerquen.
Ya en el lugar de destino, las mujeres migrantes no reciben mejores salarios, ya que les pagan menos que a los hombres por el mismo trabajo o se les relega a los servicios de cuidado de la salud y de menores de edad, limpieza, empleadas de fábricas o del campo.
Sin embargo, pese a todos los obstáculos que enfrentan, son ellas quienes envían más dinero a sus lugares de origen, en donde es casi siempre otra mujer quien recibe el recurso, para invertirlo en educación, salud y desarrollo de la comunidad. Aún más, al enviar sus remesas, pagan más por el envío, pues no cuentan con cuentas bancarias.
Es urgente voltear a verlas, reconocer su trabajo, insistieron, porque gracias a ellas se dan grandes cambios en sus familias, en sus comunidades y en sus países. Urge también reconocerlas porque con el actual gobierno de Donald Trump en Estados Unidos, la injusticia contra ellas se duplica, ya que no denuncian violencia familiar por temor a que las deporten o deporten a sus esposos o compañeros.
En materia salarial, con Trump el abuso se recrudece ya que si ganan 10 dólares la hora y no pueden exigir más, también ante el temor de ser deportadas. Por eso, las mujeres migrantes llevan implícita la exigencia de justicia, dijeron las y los participantes.
Y ahora, con la frontera México-Estados Unidos militarizada, por órdenes de Trump, el cruce para las mujeres migrantes será mucho más tortuoso. No podemos permanecer indiferentes, porque quien dice no saber de sus sufrimientos miente. (CIMAC NOTICIAS)
*Datos de 2016
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