EL ORIGEN DE NUESTRO DESORDEN POLÍTICO

FERNANDO NUÑEZ DE LA GARZA

EL ORIGEN DE NUESTRO DESORDEN POLÍTICO

 

En ocasiones resulta imprescindible acudir a los estudios históricos y políticos para poder comprender a mayor profundidad la raíz de nuestras fortunas y desgracias como nación. En el año 2012 un reconocido intelectual estadounidense, Francis Fukuyama, publicó un libro que está destinado a convertirse en un clásico: Los Orígenes del Orden Político: desde los primates hasta la Revolución Francesa, el cual nos podría ayudar a entender mejor nuestra actual situación.

La tesis central del libro es que toda democracia liberal moderna reúne tres características: un Estado, el imperio de la ley, y la rendición de cuentas. Hay sociedades que reúnen solo una o dos de estas características, pero solo las que reúnen las tres son aquellas que consideramos sociedades “de primer mundo”. Y, ¿cuál es el caso de nuestro país?

El Estado. La historia del México independiente es la historia del esfuerzo para lograr un Estado consolidado. Durante gran parte del siglo XX esta tarea estuvo a cargo del ahora Partido Revolucionario Institucional (PRI), donde después del caos revolucionario se vio la necesidad de centralizar el poder en autoridades establecidas (requisito básico para que haya Estado) como un paso mínimo para el funcionamiento del país. Sin embargo, al proyecto le faltó un punto medular: burocracias profesionales que tuviesen alcance en todos los rincones del país. Entre otros, el patrimonialismo se interpuso en el camino, reflejado en élites que usaban al Estado para extraer dinero. Sus consecuencias las vemos hoy en día en el poder del crimen organizado, la falta de policías profesionales, una deficiente impartición de justicia, insuficiente recaudación, etc.

Imperio de la ley. La ley debe funcionar como vínculo entre los miembros de una comunidad, otorgando certidumbre porque “nadie está por encima de la ley”, ni

siquiera aquellos que ostentan poder político. En México sabemos que la ley históricamente se ha aplicado de manera desigual, dando pie para el abuso de los poderosos y el desamparo de los débiles. La falta de cultura legal se puede ver en la manera de gobernar de los presidentes mexicanos, donde en tiempos pasados hacían uso de facultades “meta-constitucionales”, es decir, prácticas políticas que no se encontraban o que iban en contra de la ley. Es tal su falta de aplicación en México que todos conocemos la palabra que implica sus consecuencias: impunidad.

Rendición de cuentas. Los liderazgos políticos se somete a ciertos mecanismos que limitan su poder, y si la población cree que éstos se han extralimitado, son expulsados mediante elecciones. Durante gran parte del siglo XX los mexicanos vivimos en un régimen autoritario donde no teníamos maneras efectivas de expulsar del poder a nuestros líderes políticos, trayendo como consecuencia la falta de rendición de cuentas. Con la llegada de la democracia hemos podido observar cómo “rendición de cuentas” se ha convertido en una frase muy utilizada por la ciudadanía. Las reformas en transparencia y anticorrupción son ejemplos alentadores de la consciencia que ha tomado la ciudadanía en torno a estos temas y el poder de su voto.

En la raíz de muchos de nuestros presentes males se encuentra la falta de Estado, del imperio de la ley y la rendición de cuentas. Sin embargo, nuestra presente democracia ha implicado que la ciudadanía mexicana adquiera mayor consciencia de estos problemas, paso esencial para resolverlos. Las consecuencias benéficas de lo anterior ya las comenzamos a ver: el rompimiento del pacto de impunidad en muchos estados, así como el papel central que han tomado la inseguridad y corrupción en estas elecciones 2018, son ejemplos claros de lo anterior. Pero aún claramente insuficiente: porque la historia nos indica que mientras no terminemos de construir y afianzar los tres puntos comentados en toda su profundidad, seguiremos formando parte del mundo subdesarrollado, con todo lo que eso conlleva.

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Autor

El Heraldo de Saltillo
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