RUBÉN OLVERA MARINES
No serán Movimiento Ciudadano y el PRD, los culpables de una eventual derrota de Ricardo Anaya el próximo 1 de julio. La fuerza singular que está detrás de las preocupaciones del aspirante queretano, se encuentra en su propio partido.
En efecto, una parte del PAN, tal vez con poca fuerza electoral dentro del organismo político, está mostrando un lado sorprendentemente resentido en contra de Ricardo Anaya y de sus aspiraciones presidenciales.
Si bien las figuras de Ernesto Cordero, Javier Lozano y Roberto Gil, entre otros panistas que, o han renunciado al partido para sumarse a las filas del PRI o de Morena o están aprovechando los escándalos en los que se ha visto envuelto el aspirante presidencial panista para reprochar abiertamente la forma en que condujo la designación del candidato del Frente Ciudadano, no tienen un peso electoral considerable (ninguno de los tres, Cordero, Lozano y Gil, han ganado una elección directa. En su tiempo, el primero pretendió ser candidato presidencial, el segundo gobernador de Puebla y el tercero aspiraba a dirigir al PAN, los tres se quedaron lejos de lograr su cometido), sí que están causando serias incomodidades a quien todavía ocupa el segundo lugar en las encuestas presidenciales.
En realidad, el rompimiento al interior del PAN es más profundo que algunas renuncias aisladas mezcladas con señalamientos apasionados: el ex Presidente Felipe Calderón no perdona que Anaya rechazara una contienda al interior del Frente o de Acción Nacional en donde su esposa, Margarita Zavala, esgrimiera su fuerza.
Felipe Calderón no sólo recurre a su ‘infantería’, valiéndose de Ernesto Cordero y Javier Lozano para embestir en contra de Anaya, incluso cedió a Lozano al equipo de José Antonio Meade, también está preparando a las ‘fuerzas especiales’, encabezadas por Margarita Zavala y algunos otros generales de la vieja guardia panista como Fernando Canales, Alberto Cárdenas y José Guadalupe Osuna, ex gobernadores de Nuevo León, Jalisco y Baja California, respectivamente, que, sin duda, desde el lado independiente, le restarán votos al abanderado del Frente.
Entre las razones y sinrazones que el calderonismo exhibe para desnivelar el camino del PAN y del Frente Ciudadano figuran, muy arriba, las personales, las intrínsecas a la condición humana, el encono y la lucha por el poder. No se trata de recuperar la “honra panista”, aparentemente extraviada al aliarse con un partido de izquierda, el PRD. Quizás tampoco se trate de impulsar un proyecto de nación alternativo, al fin y al cabo ¿qué tan significativas pudieran ser las diferencias programáticas e ideológicas entre Margarita y Ricardo? De lo que trata es de extinguir la estrategia centrífuga de Ricardo Anaya, alrededor de la cual gravitan pro frentistas, como Miguel Ángel Yunes, gobernador de Veracruz, Javier Corral, gobernador de Chihuahua y Rafael Moreno Valle, ex gobernador de Puebla, entre otros. Los tres, a diferencia de Cordero, Lozano y Gil, con peso electoral y político al interior de Acción Nacional.
¿Extraño el desencuentro entre Calderón y Anaya? De ninguna manera. En la naturaleza grupal del PAN, todo es personal. La batalla interna, entre ambos, se explica, se entiende y además fue predecible.
Lo extraño, lo verdaderamente inverosímil, es que la agudeza de Ricardo Anaya mezclada con el dominio que Yunes, Moreno y Corral han edificado al interior del PAN, no ha sido suficiente para fabricar el antídoto que desinflame las heridas que un perito en estrategia, llamado Felipe Calderón, está provocando en Acción Nacional
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