TERESA GURZA
Entre las varias noticias de la semana relacionadas con agresiones contra mujeres, elegí dos para comentarlas aquí.
La primera, porque cuando he acompañado a mujeres a denunciar abusos sexuales, me ha indignado que los ministerios públicos siempre preguntaran con sorna ¿y qué llevaba puesto?; implicando con eso, que la violación era su culpa.
Y porque hay aún quienes piensan que la ropa que una mujer usa, invita a ser agredida.
Me parece por eso importantísimo, difundir el artículo de Lucía Abellán que este lunes 22 publicó el diario El País, sobre una muestra que actualmente se exhibe en Bruselas y “desmonta el mito de que la ropa de la víctima, influye en la agresión sexual”.
Puede verse ahí, la ropa que al ser violadas llevaban diferentes mujeres de varias edades y condiciones; y empieza con la pregunta ¿Qué llevabas puesto aquel día?, que es “la que persigue a la mayor parte de las mujeres que han padecido alguna vez agresiones sexuales”.
Y es que la policía, los parientes, los jefes y hasta quienes asisten a una víctima de violación, “acaban siempre interrogando por la ropa, como si ese detalle despejara alguna clave del caso”.
Pero lo que realmente despeja esta modestísima exposición y su veintena de testimonios, es que el atuendo de la persona violada fue irrelevante; porque llevaban vaqueros y camiseta, pijama, uniforme, vestido con tacones, o cualquier otra cosa.
Y sus testimonios prueban de que la mera pregunta supone responsabilizarlas al menos en parte, del delito sexual de que fueron víctimas.
La idea original de esta exposición surgió cuando un equipo de la Universidad de Kansas, recopiló las vivencias de estudiantes que habían sufrido agresiones sexuales y pusieron la información en Twitter.
Ahí la vio Delphine Goossens, responsable de proyectos del servicio de prevención del Ayuntamiento de Molenbeek; y como la impresionó pidió autorización para presentarla “en el centro cultural de un barrio tocado por las desigualdades y el estigma del terrorismo”
El resultado “es una muestra de una sencillez sobrecogedora; en la que hay también, ropas minúsculas que dan cuenta de la cara más amarga de este problema: los abusos a menores”.
Se integra “por brevísimos testimonios escritos sobre folios blancos que se exhiben junto a ropa que recrea la que descrita por las víctimas”; de los que reproduzco algunos:
“Venía de entrenar, así que llevaba pantalón corto y camiseta. Estoy segura de que olía mal; me acuerdo incluso, de haber pensado ‘cómo debo apestar’”.
“Falté varios días al trabajo y cuando le conté a mi jefa y me preguntó que ropa llevaba. Respondí: ‘camiseta y vaqueros, estúpida, ¿Qué crees que usa una, cuando va a un partido de baloncesto?’ Me fui inmediatamente y no volví nunca más”.
“Llevaba un pantalón negro y una camisa blanca. Me preparaba para ir a trabajar. Comenzó a venir hacia el baño. Lo rechacé…”
“Llevaba un uniforme de policía y tenía un arma conmigo. No sirvió de nada”.
El artículo señala que la exposición ha sido ya solicitada, por varias ciudades europeas; y que durante los días que ha permanecido abierta, la mayoría de los visitantes han sido estudiantes; “estaban impactados y varias mujeres lloraron al leer los testimonios”.
Y que las profesoras han aprovechado para debatir y que se entienda que ni la ropa ni el aspecto, justifican las agresiones sexuales.
Insistencia que no es gratuita, porque uno de cada cuatro belgas piensa que no debe ser penado el sexo no consentido, cuando se hace bajo el impulso de las drogas o el alcohol.
“Es una idea simple y eficaz que vale por varias horas de curso” dijo a El País Sarah Turine, concejal de Cohesión Social de Molenbeek, sorprendida por la repercusión de la exposición.
La otra noticia fue publicada por Reforma y procede de la ciudad peruana de Trujillo, donde el Papa Francisco usó por primera vez en su pontificado, la palabra ‘feminicidio’.
“Son muchas las situaciones de violencia que quedan silenciadas detrás de tantas paredes”, dijo al respecto; pidiendo “luchar contra los numerosos feminicidios que afectan a América Latina y son fuente de sufrimiento”; y llamando a promover legislaciones y cultura contra la violencia
Agrega Reforma, que Amnistía Internacional precisó que el año pasado se registraron en el continente americano cuando menos 12 asesinatos de mujeres por día; y que los avances para detener estos crímenes fueron escasos.
En nuestro país, por ejemplo, se denunciaron este año pasado, 677 feminicidios; 74 por ciento más que en 2016.
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