Educar en Química para un futuro sostenible: los ODS como eje formativo
Dra. Lucía Fabiola Cano Salazar
La Química, reconocida como ciencia central, desempeña un papel esencial en la comprensión y transformación de la materia, pero también en la búsqueda de soluciones sostenibles frente a los desafíos ambientales, económicos y sociales del mundo contemporáneo. Desde esta perspectiva, la enseñanza universitaria de la Química debe ir más allá del aprendizaje de fórmulas y reacciones para convertirse en una herramienta de cambio que impulse la sostenibilidad, la ética científica y el compromiso social.
En el marco de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) constituyen una guía que orienta la educación científica hacia un futuro equitativo y responsable. Entre ellos, el ODS 4 promueve una educación inclusiva y de calidad, mientras que los ODS 6, 9 y 12 vinculan directamente la labor del químico con el acceso al agua limpia, la innovación industrial y la producción responsable. Integrar estos objetivos en la enseñanza universitaria representa una oportunidad para formar profesionales capaces de aplicar el conocimiento químico en la solución de problemas reales y contribuir al bienestar común.
En este contexto, la Química Verde surge como paradigma de transformación. Propuesta por los químicos Anastas y Warner, busca minimizar el impacto ambiental de los procesos industriales mediante el diseño de productos y métodos que eviten la generación de residuos peligrosos. Esta corriente, combinada con enfoques pedagógicos como el aprendizaje basado en proyectos, el aprendizaje-servicio y el pensamiento sistémico, ofrece una vía eficaz para que los estudiantes comprendan la relación entre ciencia, sociedad y sostenibilidad, fortaleciendo su sentido ético y ambiental.
Diversas experiencias educativas demuestran el poder de esta integración. En distintas universidades, los estudiantes diseñan materiales adsorbentes para remediar aguas, desarrollan bioplásticos o crean simulaciones digitales para analizar el ciclo de vida de productos químicos. Estas prácticas, además de fomentar la creatividad y el trabajo colaborativo, refuerzan la conciencia ambiental y promueven un aprendizaje significativo. Al trabajar sobre problemas reales, los alumnos dejan de ser receptores pasivos del conocimiento para convertirse en agentes del cambio sostenible, vinculando la teoría con la acción social y consolidando su compromiso con el entorno.
No obstante, el camino hacia una educación química sostenible no está exento de retos. Persisten barreras como la rigidez curricular, la falta de capacitación docente en sostenibilidad y la escasez de materiales didácticos. A ello se suma una cultura de evaluación centrada en resultados cognitivos, que deja poco espacio al desarrollo de valores, la ética o el pensamiento crítico. Superar estos obstáculos requiere voluntad institucional, innovación pedagógica y una visión educativa alineada con los principios de la Agenda 2030, donde la ciencia se conciba como herramienta para transformar la realidad y no solo para describirla.
Cada vez más instituciones de educación superior incorporan los ODS en sus programas, reconociendo que la formación científica debe responder a los desafíos locales y globales. Los proyectos enfocados en materiales para remediación ambiental, energías limpias o gestión responsable de recursos muestran cómo la ciencia puede contribuir al bienestar social, al equilibrio ecológico y a la reducción de desigualdades. Así, la enseñanza de la química se convierte en un puente entre el conocimiento académico y las necesidades del planeta, promoviendo una educación con impacto real y sentido humano.
Educar en química para un futuro sostenible implica formar ciudadanos capaces de equilibrar el rigor técnico con la sensibilidad ética. Los ODS no deben concebirse como complemento curricular, sino como el eje formativo que oriente la enseñanza hacia una ciencia con propósito humano y ambiental. En la medida en que los docentes fomenten la creatividad, la reflexión crítica y la responsabilidad social, las aulas se transformarán en verdaderos laboratorios de sostenibilidad y compromiso colectivo.
Facultad de Ciencias Químicas, Unidad Sureste


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