Estamos inmersos en un mundo donde las relaciones humanas son cada día más complicadas, se manifiestan en: falta de empatía, de comunicación, de expectativas reprimidas, incapacidad para controlar los sentimientos, entre otras. Hace poco me apareció en el celular un video donde una señora acude a un establecimiento para comprar una sopa y se enoja de manera espectacular con la trabajadora porque estaba demasiado caliente, le reclama de manera grosera y es tanta su furia que le avienta a la cara la sopa provocándole graves quemaduras en el rostro, todo por algo estúpido, al no poder controlar su enojo y su frustración explota con la persona menos indicada.
Estas conductas definitivamente son reprobables, por una tontería haces un daño irreversible al prójimo. Desafortunadamente este tipo de comportamientos son cada día más frecuentes en la sociedad. La frustración, ira, la impotencia son producto de no poder satisfacer algún deseo o de alcanzar los propósitos, producto de un encontronazo entre lo idealizado y lo real, ya sea por expectativas poco realistas, falta de recursos, dificultad para adaptarse, presiones sociales, obstáculos inesperados. Emociones que se manifiestan de manera recurrente y de forma inesperada.
La propuesta para evitar sentirnos vulnerables ante estos sentimientos negativos y destructivos es entender el poder de la asertividad, es decir, desarrollar la habilidad para expresar nuestros sentimientos de una manera respetuosa y franca, podemos exigir nuestros derechos sin agredir, buscando un diálogo adecuado, donde se manifieste el entendimiento de ambas posturas por muy antagónicas que sean. Todas las personas tienen deseos, pensamientos, necesidades, ideales, sin embargo, no siempre se comparten con los demás y aun así merecen ser respetados. Decir lo que se piensa y no estar de acuerdo con el colectivo es válido, pero se debe expresar sin agresión.
Ser asertivo significa entender la conducta que nos molesta y evitar ponerse a la defensiva, es más sensato hacer lo necesario para mantener una comunicación constructiva, para entender las opiniones diferentes los desacuerdos o conflictos. No es sencillo comportarse de esta manera, frecuentemente nos arrastra el sentimiento. Escoger esta conducta no quiere decir que nos manipulen, al contrario, es evitar la cólera que lo único que pasa al manifestarse en nosotros, es que decimos palabras que no sentimos con el objetivo de herir a la persona, de intimidarla, de controlarla y menospreciarla, se pierde totalmente el control y nos cegamos.
Ya lo decía Aristóteles que la virtud está en el término medio, que es la búsqueda del punto intermedio entre dos extremos. El equilibrio es relativo en cada persona, es ese justo medio por ejemplo entre cobardía y valentía. La perfección está en el equilibrio y los seres humanos no somos perfectos, siempre nos inclinamos más hacia un lado u otro, no logramos mantenernos en equilibrio, lo meritorio es acercarnos a él y no irnos a los extremos.
Los estudiosos del tema recomiendan lo siguiente para ser asertivos: lo primero es ser honestos, hacernos responsables de nuestras emociones, escuchar con atención, ser empáticos y utilizar un lenguaje apropiado. En fin, se trata de confiar en nuestras habilidades, ser claros al comunicarnos, y aprender a controlar las emociones, de manera directa y firme. Las ventajas de ser asertivos son varias, fortalecen las relaciones humanas, se logra una comunicación clara y con respeto, mejora nuestra salud al reducir el estrés, disminuye la frustración y fortalece la autoestima. La fuerza de la asertividad nos permite ser auténticos, poner límites y expresar de manera adecuada nuestras opiniones. No olvidemos que, al lograrlo, nuestras relaciones serán más sanas y equilibradas.



