CAPITALES

Europa: La apuesta estratégica que México necesita

El anuncio del inminente Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y México (TLCUEM) modernizado, previsto para firmarse en febrero de 2026 en la Ciudad de México, marca una encrucijada histórica en la política comercial del país. No se trata únicamente de actualizar aranceles o ampliar listas de productos: se trata de redefinir la arquitectura estructural que sostiene el comercio exterior, la inversión y la cooperación internacional en un momento en el que la economía global atraviesa tensiones geopolíticas, reacomodos productivos y una creciente rivalidad entre bloques económicos.

En un contexto donde las cadenas globales de valor se fragmentan, el proteccionismo resurge y la competencia por atraer capital se intensifica, la modernización del TLCUEM se perfila como una apuesta estratégica por la diversificación comercial, la resiliencia productiva y la competitividad sistémica. Paradójicamente, esta apuesta llega justo cuando el T-MEC atraviesa uno de sus momentos más complejos: disputas energéticas sin resolver, tensiones regulatorias, presiones políticas de Estados Unidos en materia laboral y ambiental, y la inminente revisión sexenal del acuerdo en 2026. En este escenario, avanzar con un pacto de nueva generación con la Unión Europea funciona tanto como una válvula de escape comercial como un mensaje político: México no puede, ni debe, depender de un solo bloque económico.

Entre los avances más significativos del TLCUEM modernizado destacan los capítulos de inversión, comercio digital, facilitación comercial, protección de datos, compras públicas y la integración explícita de las pequeñas y medianas empresas (Pymes). La ampliación de la seguridad jurídica y la previsibilidad regulatoria para inversionistas europeos abre rutas claras para flujos de capital en sectores estratégicos que antes estaban restringidos, consolidando a México como un destino privilegiado para inversión extranjera. Actualmente, la inversión europea acumulada en el país supera los €209 mil millones, lo que coloca al bloque como uno de los socios económicos más importantes para México.

El acuerdo también reconoce la necesidad de reglas claras en comercio electrónico, servicios digitales y procedimientos aduanales ágiles, elementos esenciales en una economía donde el valor ya no se genera solo en manufactura, sino en datos,

software y servicios tecnológicos. Estas disposiciones abren oportunidades inéditas para Pymes tecnológicas, start-ups, desarrolladoras de software y proveedores de servicios digitales, permitiéndoles competir en un mercado de más de 440 millones de consumidores de alto poder adquisitivo.

Otro componente clave es la homologación regulatoria. La armonización de normas técnicas, sanitarias y fitosanitarias reducirá costos de cumplimiento, acelerará certificaciones y disminuirá barreras no arancelarias. Esto representa un cambio de fondo para las empresas mexicanas: menos incertidumbre, menores tiempos de entrada y más competitividad frente a competidores globales. Para sectores como el agroalimentario, automotriz, aeroespacial, farmacéutico y de dispositivos médicos, esta homologación puede traducirse en acceso real, no solo teórico, a nichos de mercado europeos que tradicionalmente han sido difíciles de penetrar.

El impacto potencial no es menor. En 2024, el intercambio bilateral México-UE superó los €82 mil millones, cifra que posiciona al bloque como nuestro tercer socio comercial, solo detrás de Estados Unidos y China, y como su segundo mercado de exportación. Con un crecimiento de más del 88 % en la última década, la relación México-UE se ha consolidado como una alianza estructural, madura y de largo plazo. La modernización del TLCUEM podría llevar esta relación a un estadio superior, pasando de un acuerdo centrado en bienes industriales a una plataforma de integración multisectorial que abarque servicios, inversión, digitalización, innovación y cadenas de valor avanzadas.

La modernización, convertida en el nuevo Acuerdo Global México-UE, ofrece al país una oportunidad inédita de reposicionamiento internacional: diversificar mercados, atraer inversión de alta calidad, impulsar el agro con valor agregado, fortalecer a las Pymes exportadoras e integrar plenamente a México en la economía digital europea. Sin embargo, la firma del acuerdo es apenas el punto de partida. Para capitalizarlo, México deberá avanzar en reformas regulatorias, modernización administrativa, fortalecimiento de capacidades institucionales y una estrategia industrial coherente que permita realmente competir en un mercado altamente sofisticado.

Hoy por hoy, En un momento en el que el T-MEC se tambalea entre disputas políticas, riesgos de revisión adversa y señales proteccionistas de Washington, el TLCUEM modernizado emerge como la alternativa más sólida para evitar que México quede atrapado en una dependencia comercial asimétrica. No obstante, existe una paradoja incómoda: mientras México busca diversificar su futuro económico hacia Europa, su política interna envía señales opuestas, incertidumbre energética, cambios regulatorios abruptos y tensiones diplomáticas, que podrían limitar el atractivo del acuerdo. Dicho de forma clara: el TLCUEM puede convertirse

en el motor de una nueva era económica o en un escaparate de oportunidades desperdiciadas si México no corrige el rumbo. El tratado está listo; la verdadera incógnita es si el país también lo está.

X:@pacotrevinoag