El error estratégico que puede redefinir al mundo libre
El mundo atraviesa un punto de quiebre. Las potencias revisionistas tantean los límites de su avance, mientras las democracias luchan por demostrar si tienen la voluntad —y el temple— para contenerlas. En ese escenario, la idea de que el conflicto entre Rusia y Ucrania puede resolverse mediante una negociación rápida o, peor aún, impuesta, no solo es ingenua; es peligrosa. Esto no es una disputa de simpatías políticas. Es un tema de entender cómo funciona el poder en su forma más cruda.
La guerra no se negocia cuando una nación pelea por existir. Ucrania no defiende un interés aislado; defiende su supervivencia. Ningún líder conservador serio podría sugerir que una nación ceda territorio sin perder legitimidad ante su pueblo y ante el mundo. Eso no es diplomacia; es capitulación. Rusia tampoco busca una negociación que cierre el conflicto. Busca tiempo; para rearmarse, reposicionarse y avanzar tanto como se le permita. La historia de Europa es un recordatorio constante de lo que ocurre cuando a un agresor se le permite “probar suerte”.
Negociar bajo estas condiciones es equivalente a pedirle a la presa que acuerde con el depredador cuántos mordiscos tolera.
Forzar una paz es fabricar una derrota. La idea trumpista de presionar a Ucrania reduciendo su apoyo militar contradice principios conservadores esenciales; Nunca se abandona a un aliado que lucha por los valores que uno mismo afirma defender. La paz sin fuerza es una ilusión; la fuerza sin estrategia es caos. Una paz impuesta no evita la guerra; solo la pospone y fortalece al agresor. Las concesiones forzadas jamás han detenido a un expansionista; únicamente lo invitan a seguir avanzando.
El riesgo real; fracturar la columna vertebral del mundo libre. Europa del Este —que conoce íntimamente el peso de la dominación rusa— no aceptará un acuerdo que premie la agresión. Y si percibe que Estados Unidos está dispuesto a usarla como moneda de cambio, el daño para la OTAN será profundo y duradero.
La disuasión se rompe una sola vez. Cuando el aliado principal muestra debilidad, todos entienden que están solos. Y un mundo donde las potencias creen que pueden avanzar sin consecuencias es un mundo más inseguro para todos.
Trump afirma que quiere “poner fin a la guerra”. Pero la realidad es más dura; si se hace mal, lo que termina no es la guerra, sino la credibilidad de Occidente.
El fracaso sería estratégico, no táctico. No se trata de un simple desacierto diplomático. Es un error de visión.
La guerra no termina; solo se congela hasta que Rusia decida reactivarla desde una posición más ventajosa.
Estados Unidos se debilita; un país que abandona principios pierde autoridad en todo el sistema internacional.
La agresión se vuelve rentable; China, Irán, Corea del Norte y otros tomarán nota… y actuarán en consecuencia.
Un verdadero líder conservador entiende que la firmeza también es un acto de paz; la paz que nace de dejar claro que la fuerza no será premiada cuando se emplea para invadir a un vecino.
El error que se asoma no es táctico; es moral y estratégico. Confundir esta guerra con un regateo es ignorar la magnitud histórica del momento. Intentar cerrar un conflicto sin comprender su naturaleza es la receta infalible para abrir uno mayor.
Trump apuesta por una negociación que no entiende y que no tiene cómo sostener. El resultado sería claro; una derrota para Ucrania, un triunfo para Rusia y un mensaje devastador de que Occidente ha perdido la convicción para defender su propio orden.
Y cuando eso ocurre, la historia —inevitablemente— cobra la factura.
Ante esta reconfiguración del orden global, México tampoco puede permitirse la comodidad. El gobierno debe asumir que, si no fortalece a su propio pueblo y no corrige el rumbo, el país llegará a un momento crítico con las manos vacías. Un Estado que no prepara a su pueblo deja su futuro expuesto a intereses mezquinos, internos y externos. En tiempos de prueba, la tibieza no es neutral; es peligrosa.
“Las naciones caen, no cuando las derrotan, sino cuando renuncian a ver el peligro de frente. La paz sin coraje es solo una pausa entre dos tragedias.” Jcdovala






