TRUMP Y LA FALSA PROMESA DE LA PAZ  

Una reflexión para quien no quiere cerrar los ojos

La guerra en Ucrania es más que un choque armado; es una grieta en el orden mundial que separa la libertad del sometimiento. En ese escenario, la postura de Donald Trump se vende como un atajo hacia la paz. Pero toda solución fácil es sospechosa, y esta —en particular— huele a derrota impuesta y a futuro hipotecado.

Una paz que legitima al agresor

La receta de Trump es brutal en su simpleza; obligar a Ucrania a ceder territorio para callar los cañones. Pero una paz cimentada en la mutilación de un país no es paz; es un premio al invasor.

Aceptar que Rusia se quede con lo tomado por la fuerza —Crimea, Donbás— sería convertir la agresión militar en una herramienta política legítima. Eso abre la puerta para que mañana otras potencias expansionistas reclamen lo ajeno con tanques… y obtengan lo que quieren.

Hoy es Ucrania. Mañana, ¿Taiwán? ¿Los estados bálticos? ¿Quién sigue?

Ese tipo de paz no clausura la guerra; la delega al futuro.

La ruptura de la palabra estadounidense

Trump plantea que el apoyo a los aliados debe ser transaccional; “pagas o te dejo solo”.

Así se desmantela el pilar que sostiene a la OTAN; la garantía inquebrantable de auxilio mutuo. Un Estados Unidos que abandona amigos deja de ser líder. Y una superpotencia sin aliados es solo un gigante desorientado, rodeado por lobos —China y Rusia— dispuestos a morder donde huela debilidad.

Si la confianza se destruye, no habrá discurso que la restaure.

El espejismo de la solución rápida

Trump promete resolver la guerra “en 24 horas”, como si bastara con una llamada telefónica a Putin.

Pero quien cree en la buena fe del Kremlin no entiende la lógica del poder ruso; avanzar siempre que el mundo retrocede.

Ucrania no aceptará su propia tumba como condición de paz. Y Rusia ya ha demostrado que firma acuerdos solo para romperlos después.

Una solución que ignore la voluntad de lucha ucraniana y el proyecto imperial ruso solo congelaría la guerra… hasta el siguiente ataque.

El fondo del problema

Trump no propone una paz para Europa, sino un descanso para el votante cansado de ver noticias bélicas. A cambio de una victoria política interna, está dispuesto a vender la seguridad global.

La paz verdadera no se construye entregando a un pueblo en la mesa de negociación como si fuese una ficha más del tablero. La paz verdadera requiere firmeza, memoria histórica y el coraje de no premiar al agresor.

Aceptar la “paz” de Trump sería; Apagar la guerra hoy; O despertar un incendio global mañana.

La historia ya nos enseñó que la tranquilidad comprada al precio de la libertad ajena es el prólogo de tragedias mayores. La pregunta es simple y brutal; ¿Queremos una paz que conserve el mundo que conocemos… o una paz que lo deje irreconocible

Porque no toda paz merece ese nombre. Y hay silencios que resuenan como una rendición.