Coahuila: seguridad con hechos, no con discursos
Mientras en amplias regiones del país los alcaldes son asesinados, extorsionados o rebasados por el crimen, Coahuila representa la excepción. No por casualidad, sino por decisión política, coordinación institucional y continuidad en la estrategia de seguridad. El modelo coahuilense demuestra que los resultados llegan cuando la seguridad deja de ser un discurso y se convierte en prioridad de Estado.
En Coahuila, los tres órdenes de gobierno colaboran en una estructura de mando coordinado que permite reaccionar con rapidez y eficiencia. La profesionalización de las corporaciones, la inversión en tecnología, la capacitación permanente y la participación ciudadana han convertido al estado en uno de los más seguros del país. Los indicadores del Secretariado Ejecutivo lo confirman: mientras los homicidios se disparan en Michoacán, Zacatecas o Guerrero, Coahuila mantiene una de las tasas más bajas de violencia.
Esa diferencia no es fortuita. Es el resultado de una política de largo plazo que no improvisa, no delega responsabilidades y no cede ante la presión del crimen. En el modelo coahuilense, la seguridad pública no se negocia ni se usa como bandera partidista. Se planifica, se ejecuta y se evalúa con base en datos.
El contraste con la situación nacional es evidente. Mientras el gobierno federal recorta recursos para seguridad, Coahuila invierte más. Mientras se predica una paz basada en abrazos, aquí se protege la vida con inteligencia, profesionalismo y presencia policial. El país necesita mirar este modelo no como una excepción, sino como una ruta posible: la del orden, la coordinación y la confianza ciudadana recuperada.
Sin embargo, cada avance local se ensombrece cuando un alcalde como Carlos Manzo cae víctima del abandono federal. Su muerte recuerda que mientras algunos gobiernos actúan, otros se esconden tras los discursos. Ahí está el tema de la extorsión. Mientras algunos apostamos a que haya un verdadero castigo para los delincuentes, Morena y sus diputados suavizan las condenas para los servidores públicos involucrados. La evidencia está allí y divide con claridad entre quienes estamos a favor de la seguridad ciudadana y quienes se aliaron con la delincuencia.
Hoy México llora la muerte de Carlos Manzo; porque es reflejo de la vulnerabilidad y la inseguridad de todos. Y aunque su voz fue silenciada, su ejemplo grita lo que México entero debería escuchar: la seguridad no se promete, se construye.



