POR UNA SANA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

 

He dedicado varios años de mi vida al servicio público y como catedrática en el tema de la Administración Pública, lo que me ha llevado a reflexionar que es una disciplina mucho más profunda que una simple función administrativa del Estado. Para mí, el servicio público es, ante todo, una actitud: una forma de entender que lo que hacemos debe tener un impacto positivo en los demás y no solo en nuestro beneficio personal. Servir a los ciudadanos es servir a la comunidad, a la gente que nos rodea, y en última instancia, a nosotros mismos, porque todos somos parte de esa colectividad.

Actualmente, el servicio público enfrenta numerosos desafíos: satisfacer las necesidades ciudadanas políticamente definidas, la insuficiencia presupuestal, la atención rápida a los afectados por desastres naturales derivados del cambio climático, así como la corrupción, la falta de preparación de los funcionarios, su indiferencia ante las demandas sociales, la carencia de sensibilidad y la ausencia de voluntad política por parte de los administrativos para resolver, de manera expedita los retos que diariamente plantea la sociedad.

Estoy convencida de que quienes viven el servicio público con verdadera responsabilidad y vocación logran marcar la diferencia en la Administración Pública. Servir, es en esencia, un acto de generosidad, un recordatorio de que no estamos solos y que nos importa el bienestar de los demás. En el Estado recae la responsabilidad de elaborar políticas públicas, que son el conjunto de decisiones y acciones emprendidas por el gobierno que coadyuvan a alcanzar los fines sociales propuestos durante un periodo. Su compromiso es organizar los recursos y los servicios públicos para cumplir con los ciudadanos. Siempre con la aplicación de la ley.

Actualmente el gobierno federal presenta varias contradicciones en su quehacer público, se habla de legalidad, pero no se aplica la ley y ni se respeta; las decisiones dependen de criterios políticos o intereses particulares, lo que debilita la confianza ciudadana en las instituciones. Los funcionarios no se profesionalizan no se aplica el servicio civil de carrera, los puestos son ocupados por militantes partidistas sin experiencia pública. Se habla de simplificación administrativa y gobierno digital, pero en la práctica los trámites siguen siendo lentos, costosos y duplicados, reflejando inercias propias de una burocracia pesada.

Los discursos oficiales promueven un gobierno abierto, pero la toma de decisiones estratégicas suele ser centralizada, con espacios limitados para la incidencia social real. Las decisiones se toman visceralmente sin importar el daño a los ciudadanos. Ahora las instituciones que son fundamentales para la administración pública desaparecen sin medir las consecuencias de ello.

Aunque existen plataformas de gobierno electrónico, la brecha digital impide que gran parte de la población -sobre todo en zonas rurales- pueda acceder plenamente a estos servicios. Se toma como bandera el combate a la corrupción, y en la práctica persisten actos de soborno, favoritismo y simulación, lo que erosiona la legitimidad institucional, se premia a los funcionarios públicos que cometen actos indebidos.

No podemos negar que la sociedad actual vive una vorágine de cambios en todos los ámbitos. Por ello, se requiere una sana Administración Pública para llevar a cabo la gestión pública con eficacia y eficiencia, sobre todo durante la crisis, las respuestas de los gobiernos deben ser expeditas, y con la capacidad de generar consensos, para mantener la calma pública y garantizar los derechos fundamentales incluso en escenarios adversos.

Finalmente, la Administración Pública tiene la responsabilidad de gestionar los bienes comunes y de los asuntos de los ciudadanos siempre con la convicción de que estas acciones conducen al orden público construyendo nuevas opciones para mejorar el servicio. No destruyendo lo que es necesario e indispensable para su funcionamiento. Como dice la política estadounidense Margaret Chase Smith: “El servicio público debe ser más que realizar un trabajo con eficiencia y honestidad. Debe ser una dedicación total al pueblo y a la nación”.

 

 

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Susana Cepeda Islas
Cursó la Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública en la UNAM. Obtuvo el Grado de Maestra en Psicología Social de Grupos e Instituciones por la UAM-Xochimilco y el Doctorado en Planeación y Liderazgo Educativo en la Universidad Autónoma del Noreste. Cuenta con la Especialidad en Formación de Educadores de Adultos por la UPN; y con los siguientes diplomados: en Calidad Total en el Servicio Público, Análisis Politológico, y en Administración Municipal en la UNAM, entre otros. Ha desempeñado diferentes cargos públicos a nivel Federal, Estatal y Municipal e impartido cursos de capacitación para funcionarios públicos, maestros, ejidatarios en el área de Administración Pública y Educación. Catedrática en la UNAM, UA de C, UVM, La Salle y en la UAAAN. Asesora y sinodal en exámenes profesionales en el nivel licenciatura, maestría y doctorado. Ha publicado varios artículos en el área de administración pública y educación en diferentes revistas especializadas, ha asistido a diferentes Congresos a nivel nacional e internacional como ponente en el área de Administración Pública y Educación, coautora en dos libros. Autora del libro Islas de Tierra firme.