He pasado años leyendo, tomando Omega 3, sosteniéndome en un pie con los ojos cerrados, resolviendo crucigramas y sudokus, jugando cartas y dominó con vecinas y amigos, nadando diario, contemplando mariposas, oyendo pajaritos y divirtiéndome con mis perros y casi descalabrándome por dormir de cabeza para que la sangre me irrigue el cerebro.
Y todo por gusto, pero también para atender las recomendaciones de los científicos para mantener el cerebro joven.
Y ahora resulta que querer eso, es una estupidez.
Lo dijo así, el catedrático de neurología de la Escuela de Medicina de Harvard y especialista en estimulación cerebral no invasiva, Álvaro Pascual-Leone, en la Jornada de la Confederación de Sociedades Científicas de España, celebrada hace pocos días en Madrid y de la que informó Daniel Mediavilla en El País de este 25 de septiembre.
“Así como hay deportes que ya no practican los viejos, querer tener la plasticidad cerebral de cuando se tenía 20 años, es patológico y una guillipollez”.
Añadió que debe tenerse un cerebro de la edad que se tenga, funcionando lo mejor posible.
Precisó que la Medicina se encuentra en una fase incipiente de las neurotecnologías de modificación cerebral y advirtió sobre los peligros de intentar mejorar la capacidad del cerebro, porque favorecer algunas capacidades podría empeorar otras.
La edad, insistió, no debe verse como decaimiento porque el desarrollo cerebral que dan los años permite conectar cosas y tener una visión global de la situación; capacidad que no tienen los jóvenes.
Y sobre la novedosa neurocosmética que equivale a cirugía plástica cerebral, respondió que actualmente es imposible “mejorar” el cerebro al gusto del cliente, sin provocar daños.
Sobre el mismo tema el neurocientífico Rafael Yuste, habló de la necesidad de evitar que la humanidad se fracture, con unas personas aumentadas mentalmente y otras no.
Y anunció que los avances científicos permitirán identificar antes las enfermedades cerebrales y tratarlas mejor, reducir la discapacidad y retrasar su desarrollo, “pero debemos estar claros que no vamos a poder desterrarlas”.
La neurología, indicó, debe expandirse a la prevención y maximización de la salud del cerebro, con el fin de que los médicos puedan enseñar con seriedad lo que debe hacerse para mantenerlo sano.
Agregó que los jóvenes que beben y se desvelan, piensan que tienen mucho tiempo por delante para cuidar su salud, pero no hacerlo desde niños deja consecuencias que no podrán ser quitadas.
Pasando a otro artículo, el 29 de septiembre Día Mundial del Corazón, la Clínica Mayo emitió un boletín sobre la conexión entre cerebro y corazón.
Y el doctor Mohamad Alkhouli cardiólogo de esta clínica en Rochester, Minnesota, informó que la conexión ocurre todo el tiempo, pero es especialmente poderosa durante estados emocionales como ansiedad, penas y alegrías porque influyen en los ritmos cardíacos, la presión arterial y el riesgo de infartos.
Y “no se trata solo de que el cerebro habla al corazón, el corazón le responde con algunas consecuencias”
Está entre ellas, la Miocardiopatía Inducida por Estrés, conocida también como Síndrome del corazón roto; que suele desencadenarse porque las emociones extremas provocan interrupciones en la forma en que el corazón bombea la sangre.
Las personas que la experimentan sienten un dolor torácico repentino y piensan que están teniendo un ataque cardíaco.
Y como aun para los médicos es difícil identificar de qué se trata, sin recurrir a una angiografía coronaria invasiva, los especialistas de la Clínica Mayo se dedicaron a investigar algo más sencillo y rápido de hacerlo, descubriendo la Magnetocardiografía.
Nueva tecnología que mide los campos magnéticos generados por el corazón, para definir con rapidez sí es infarto o Síndrome del corazón roto.
Y se caracteriza, explicó el doctor Alkhouli, porque algunas partes del corazón dejan de contraerse adecuadamente; mientras que otras para compensar, trabajan más.
Eso crea en el músculo cardíaco fuerzas de torsión, capaces de provocar un desgarro en la pared de la arteria; que es lo que conocemos como ataque cardíaco.
Se sabe que el estrés emocional aumenta el riesgo de que ocurra, pero se desconoce la razón para que algunas personas desarrollen este síndrome tras un trauma emocional y otras no y eso dedicarán próximas investigaciones.
Urge también, encontrar una forma de aprovechar mejor la conexión entre mente y corazón para prevenir y curar enfermedades.
Por lo pronto, “hay medidas que cualquier persona puede adoptar”.
En fin, ya se decía hace siglos mens sana in corpore sano.
Y sigue estando vigente que lo que es bueno para la mente como controlar el estrés, dormir bien, hacer ejercicio, orar, meditar y reunirse con familiares y amigos es bueno para el corazón; cuidar uno, beneficia al otro.



