Este 4 de octubre se festejó el Día Mundial de los Animales, instituido por la Organización de las Naciones Unidas en 1978 para considerarlos “seres sintientes”, proteger a los que están en extinción y condenar la destrucción de sus hábitats; que es también, la principal causa de pérdida de biodiversidad.
Y la fecha recuerda al santo italiano Francisco de Asís, patrono de los animales.
Desde siempre, la humanidad ha observado a los animales.
Aristóteles buscó comprender su lugar en el mundo y en sus Historia de los animales y Generación de los animales, los clasificó de acuerdo con el medio donde se mueven en terrestres, acuáticos y aéreos y por la forma como nacen en vivíparos y ovíparos y les asignó un alma sensitiva a diferencia de las plantas, que solo tienen alma vegetativa.
Pero pareciera que todo eso se nos olvidó, porque hasta hace relativamente pocas décadas, la Ciencia volvió a tomar en serio el tema.
Todos los animales enseñan a sus crías a imitar a sus semejantes y relacionarse con el resto, a distinguir el alimento bueno del podrido y a elegir las presas para cazar.
Hacen amigos, crean enemigos; desarrollan las conductas necesarias para sobrevivir en sus respectivos ambientes; chicos y grandes, prefieren la compañía de las hembras excepto cuando está cerca un depredador y aprenden a huir de ellos.
Y de nosotros, que somos el principal; porque destruimos sus hábitats, los matamos y promovemos el tráfico ilegal.
Por eso, cientos de miles de especies están en vías de extinción y a varias, como las lagartijas, el estrés las ha modificado y vuelto más pequeñas.
Acciones deliberadas están desapareciendo del mundo, animales necesarios y preciosos; como las guacamayas rojas y los faisanes y venados de la Reserva de la Biósfera Maya en Guatemala.
A osos polares que como el hielo ha disminuido, no pueden moverse sin ahogarse y se refugian dónde pueden; como esta semana que una familia de osos se instaló en lo que fue una estación soviética, en la isla rusa Kolyuchin.
En México peligran entre muchas otras especies, las ballenas y la vaquita del Golfo de California; conocida como totoaba, es el mamífero marino más asolado del planeta.
Y su situación empeoró, porque cárteles mexicanos lavan dinero matándolas para vender sus buches a voraces criminales chinos; que las comercian a precios exorbitantes, por sus supuestas cualidades afrodisíacas.
Está también desapareciendo, la fauna de la zona donde el expresidente López Obrador destruyó la vida vegetal y animal, por su terquedad en construir el Tren Maya.
Y en todo el orbe, se multiplican ratones y ratas; horribles y dañinos animales, pero que nos han servido para experimentar medicamentos que han curado millones de personas, porque compartimos con ellos el 85 por ciento de los genes.
Pero nuestros parientes más cercanos son los bonobos y los chimpancés.
El comportamiento de los chimpancés lo conocimos gracias a la recientemente fallecida investigadora Jane Goodall, que nos mostró su capacidad para fabricar herramientas, buscar plantas curativas y aplicárselas, besarse y acariciarse para consolarse o establecer alianzas.
Y según estudios recientes, de ellos podría derivar nuestra afición a consumir alcohol; porque ingieren el equivalente a medio litro de cerveza diario, en las frutas maduras y fermentadas de las que se alimentan.
A los bonobos nos parecemos entre otras cosas, en que les gusta disipar tensiones o resolver conflictos teniendo relaciones sexuales; lo que solemos hacer de cuando en cuando, los humanos.
Algo que me cayó de novedad buscando información para este artículo, es que hay aves que vuelan para encontrar huracanes.
Lo asegura Katherine Latham en una nota del 25 de septiembre para BBC News Mundo, advirtiendo que para esquivar su fuerza destructiva muchas aves marinas permanecen en tierra o se elevan altísimo; mientras que otras los aprovechan.
Como el pequeño petrel, que en la temporada de huracanes del Atlántico Norte vuela casi hasta el ojo de la tormenta, porque sabe que calamares, pulpos y sepias suben a la superficie arrastrados desde las profundidades del mar y que su valor será premiado con un banquete.
Y como en este mundo hay de todo, la Universidad de Boston entregó recientemente los premios Ig Nobel, “a las investigaciones con ambiciones científicas más estrambóticas”.
Los relacionadas con animales, fueron ganados por un japonés que pintó como cebras a seis vacas para ver si así, las moscas no las atacaban; y un africano que documentó que a los lagartos arcoíris del sur de Togo les fascina la pizza de cuatro quesos.
Y termino este artículo recordando que en 2023 la Universidad Nacional Autónoma de México, reconoció la dedicación a la divulgación científica de la astrónoma Julieta Fierro Gossman, fallecida este 19 de septiembre, bautizando Pyropyga julietafierroae a una nueva especie de luciérnaga hallada en terrenos universitarios.



