Columna de El Colegio de Economistas de Coahuila, A.C.
Confianza: la mejor política fiscal
Por: Mtro. Jesús Javier González Alcázar
Hace algunas semanas escribí en este espacio que fortalecer el impuesto predial no debe entenderse solo como una medida administrativa o recaudatoria, sino como una oportunidad para construir legitimidad y reforzar el contrato social entre ciudadanos y gobierno. En esta entrega quiero profundizar en un elemento clave de la moral tributaria: la confianza.
Pagar impuestos no debe ser visto solo como una obligación legal, sino también como un acto de confianza. El contrato fiscal es un pacto de reciprocidad entre el ciudadano y el Estado: “yo pago de impuestos, y tú, Estado, me devuelves bienes y servicios me den bienestar”. Cuando esa reciprocidad se cumple, el ciudadano percibe que su aportación retorna en forma de infraestructura, seguridad, educación o servicios. Esa percepción de retorno genera confianza y fortalece la moral tributaria, es decir, la disposición voluntaria a cumplir con las obligaciones fiscales. Como señala Mark Moore, el Estado crea valor público cuando logra resultados que los ciudadanos consideran legítimos y valiosos, en este orden de ideas, un sistema tributario justo, transparente y eficaz no solo recauda, también construye legitimidad.
En México, la moral tributaria ha sido históricamente baja la desconfianza en el destino del gasto, la percepción de corrupción y la falta de transparencia debilitan la legitimidad de los gobiernos. Como advierte Francis Fukuyama, las sociedades donde la confianza social es escasa deben recurrir a estructuras burocráticas costosas para operar ya que la falta de capital social obliga al Estado a sustituir la cooperación voluntaria con la coerción; en materia fiscal, esto implica que ante la desconfianza, los impuestos se pagan de mala gana, se buscan salidas para la evasión o elusión fiscal y la recaudación es ineficiente.
Existe evidencia empírica que muestra cómo la confianza puede reconstruirse desde la gestión pública. Un caso destacable es el impuesto predial y los llamados Distritos TIF (Tax Increment Financing), una estrategia aplicada principalmente en Estados Unidos, Canadá e Inglaterra para financiar el desarrollo urbano mediante el propio crecimiento del predial. En estos distritos, los incrementos futuros en la recaudación por la revalorización de la zona se reinvierten directamente en el mismo territorio, financiando obras, servicios urbanos o rehabilitación de infraestructura. Este mecanismo crea un círculo virtuoso: los contribuyentes observan cómo sus impuestos se transforman en mejoras para su comunidad, lo que refuerza la legitimidad fiscal y la confianza. Casos exitosos como el Distrito TIF del Millenum Park de Chicago o los distritos TIF de Denver y
Minneapolis, orientados a la revitalización urbana, vivienda y movilidad, demuestran que cuando el gasto público tiene una trazabilidad visible y local, la disposición ciudadana a contribuir aumenta.
Un caso interesante en Coahuila es el del Impuesto Sobre Nóminas (ISN), sus recursos son administrados a través de comités estatales, regionales y municipales del ISN, donde ciudadanos y gobierno se encargan de encargados de gestionar los ingresos y destinarlos a proyectos de infraestructura y desarrollo; esta estructura busca garantizar transparencia, eficiencia y rendición de cuentas. El modelo constituye un ejemplo de accountability fiscal, es decir que los sectores productivos que contribuyen al ISN participan también en la decisión y supervisión del gasto, cerrando con ello el círculo virtuoso entre el pago, la gestión y el valor público.
La relación virtuosa entre pago de impuestos y beneficio tangible es el corazón del contrato fiscal. La transparencia, la rendición de cuentas y la participación ciudadana fortalecen la moral tributaria porque convierten al contribuyente en un actor activo del proceso público, no en un simple financiador pasivo.
Los países con mayor cumplimiento fiscal, no lo logran mediante la coacción, sino a través de la confianza, la cual se fortalece cuando el pago de impuestos se percibe como una forma de cooperación social, no como un castigo. En nuestro país es necesario moralizar la política fiscal, los gobiernos deben demostrar con hechos que los impuestos se usan bien. Cuando la ciudadanía confía, el sistema tributario es más justo y eficiente. La confianza es la mejor política fiscal.
- El autor es presidente del Colegio de Economistas de Coahuila.




