COMPETENCIA Y COOPERACIÓN  

Columna de El Colegio de Economistas de Coahuila, A.C.

¿Cuánto cuesta la dignidad humana?

 

Por: Lic. Ana Isabel Gaytán García

La búsqueda más profunda del ser humano en su vida cotidiana es la dignidad y el valor personal. Esta experiencia puede ser intensa, compleja, dolorosa o llena de alegría. Muchas veces intentamos llenar vacíos con un mejor trabajo, una casa más grande o un automóvil nuevo; todo lo financiero parece ocupar el centro. Sin embargo, existe un aspecto más trascendente: nuestra valía como seres humanos y la posibilidad de desarrollarnos en condiciones verdaderamente sanas.

Dignidad en el hogar

La dignidad comienza en el hogar, esa primera unidad social en la que se forma el carácter y se construye la noción de uno mismo. Allí también se satisfacen las necesidades básicas: alimentación, educación, recreación, indumentaria, entre otras.

Pero ¿podemos hablar de dignidad con los sueldos actuales? El salario promedio mensual en Coahuila durante el primer trimestre de 2025 fue de aproximadamente $9,470 MXN, según datos oficiales. En contraste, la Encuesta Nacional sobre Salud Financiera (ENSAFI) muestra que los habitantes consideran necesario un ingreso de $21,900 mensuales para que un hogar pueda vivir dignamente. Es decir, estamos 56.7% por debajo de lo que se requiere.

Dignidad en la escuela

La escuela, que debería ser un espacio de aprendizaje, con frecuencia se asemeja hoy a un campo de batalla. No queda claro quiénes son los cautivos: ¿los estudiantes o los maestros?

Nuestras instituciones educativas atraviesan una crisis de respeto que ha deteriorado la relación entre ambos. La deserción escolar es un síntoma claro: de acuerdo con el INEGI (2024), el 13.1% de los jóvenes abandona la preparatoria y el 6.4% la licenciatura. Muchos de ellos lo hacen empujados por la necesidad de trabajar para cubrir sus necesidades básicas. La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) reporta que, en el último trimestre del año pasado, más de 71 mil jóvenes de 15 a 19 años ya estaban incorporados al mercado laboral.

El valor del maestro también se ve menospreciado. Una sociedad que mide la valía de los profesionales únicamente por su salario condena al docente a la desvalorización. A ello se suma la presión de mantener un difícil equilibrio entre indulgencia y severidad, enfrentando realidades que escapan de su alcance: estudiantes con problemas de disciplina, psicológicos o económicos que no siempre pueden resolverse en el aula.

Tanto maestros como alumnos arrastran un vacío. Si aspiramos a una sociedad más justa, debemos devolverle a la escuela su propósito esencial: ser un espacio de aprendizaje, no un campo de batalla.

Dignidad en el hospital

Aunque el juramento de Hipócrates es ahora un asunto de la historia, éste encarnó la importancia central del bienestar del paciente. Sin embargo, nuestros hospitales muestran una realidad preocupante: largas filas, escasez de medicamentos, falta de personal y un sistema de salud que a menudo no logra responder a las necesidades más básicas.

La dignidad se pone a prueba cuando una persona enferma debe esperar meses por una consulta especializada, cuando se enfrenta a la incertidumbre de no encontrar los medicamentos que requiere o cuando la atención se vuelve un privilegio y no un derecho. La salud no puede reducirse a un trámite burocrático; es el pilar mismo que sostiene la vida digna.

La dignidad humana no puede depender únicamente de la voluntad individual, sino de las condiciones sociales que nos rodean. Hogar, escuela y hospital son tres ámbitos fundamentales donde se refleja si una sociedad respeta o vulnera la valía de sus ciudadanos.

Mientras el ingreso económico siga siendo insuficiente, la escuela continúe debilitada y los hospitales permanezcan saturados, la dignidad será más un anhelo que una realidad. Pero este panorama no tiene por qué ser definitivo: la dignidad humana no es un sueño inalcanzable. Está en nuestras manos construir hogares sólidos, escuelas vivas y hospitales humanos, porque garantizar la dignidad no es un lujo, sino la base de toda sociedad que aspire a llamarse verdaderamente justa.


  • La Lic. Ana Isabel Gaytán García es Vicepresidenta Ejecutiva de Programas de Género.