En varios artículos especializados, se señala que las personas más ricas del mundo educan a sus hijos lejos de las pantallas de móviles y los apartan de las plataformas digitales que a ellos mismos los han hecho multimillonarios. La razón es sencilla y tiene que ver con el desarrollo de las habilidades cognitivas.
Ya en el 2014 se publicaron estudios que demostraban que la comprensión, retención y el procesamiento de la información se reducen significativamente al leer en pantallas de celulares o tablets, en comparación con la lectura en un libro o una revista física.
El auge de los buscadores y, ahora, de la inteligencia artificial, junto con la proliferación de aplicaciones que resumen libros completos y ofrecen cuadros sinópticos, influyen directamente en la caída de la lectura de libros. Por ejemplo, según el Módulo sobre Lectura del INEGI, en México el promedio de libros leídos cayó de 3.6 en 2015 a 3.2 en 2024. Esto nos lleva a preguntar: ¿cuántos mexicanos no leen siquiera un libro al año?
Ante esta situación, debemos ser conscientes de algo: el pensamiento profundo se ha convertido en un lujo exclusivo de una élite que entiende la importancia de una educación basada en la lectura. La mayoría de las personas ignora que plataformas digitales se basan en algoritmos que condicionan nuestra atención, fragmentándola con estímulos cortos y diversos, provocando que se sustituya el aprendizaje por entretenimiento que ofrecen los videos cortos. Esto hace que nuestra mente se fatigue y se aburra al tener que concentrarse en razonar. He visto cómo la gente se cansa al leer, y no es por pereza; ya estamos condicionados por las notificaciones y los sonidos de alerta.
Esta constante búsqueda de gratificación rápida y fácil, que se encuentra en el celular, agota nuestra atención y hace difícil encontrarla en la lectura de un texto. Un dato importante y alarmante es que se ha reportado que las personas con menos recursos económicos tienden a pasar más tiempo en el celular.
Esto no es demonizar a la tecnología, sino ser realistas: un niño abandonado al móvil sufrirá consecuencias en su lenguaje, memoria, atención y razonamiento, ya que será incapaz de leer y razonar con profundidad.
En un mundo que supuestamente lucha contra las desigualdades, no nos damos cuenta de cómo, mientras a los más pobres se les empuja a la distracción adictiva, los más ricos protegen su educación. Esta diferencia es más profunda y grave que la producida por el capital, pues la capacidad de pensar es más valiosa que el dinero. En una sociedad donde pensar y razonar con profundidad son un privilegio de unos pocos, no es extraño que los que gobiernan lo hagan con base en memes o tiktoks, ya no tienen que rendir cuentas, pues su popularidad reside en el alcance y la penetración del algoritmo entre sus seguidores; y por otro lado, habrá menos personas con capacidad de pedirlas.



