Resiliencia educativa
José María Guajardo Espinoza
In memoriam
La resiliencia educativa es fundamental en el ámbito escolar, tanto para estudiantes como para docentes. Su importancia radica en que permite convertir los desafíos en oportunidades para desarrollarse y crecer, lo que mejora tanto el potencial académico como el bienestar psicológico de todos en los entornos educativos.
Relevancia de la resiliencia educativa
La resiliencia, entendida como la suma de decisiones individuales para superar adversidades, no es una cualidad estática, sino un proceso activo que se construye a lo largo del tiempo. En el contexto educativo, la resiliencia educativa permite a los estudiantes y docentes enfrentar desafíos académicos, sociales y emocionales, transformando los obstáculos en oportunidades de desarrollo. Esta oportunidad se apoya en siete pilares fundamentales: autoeficacia, autorregulación, tolerancia a la frustración, adaptabilidad, enfrentamiento de adversidades, fortaleza personal y control de la propia vida.
Fomentar la resiliencia en los estudiantes no solo incrementa su potencial académico, sino que también fortalece significativamente su bienestar psicológico. Les equipa con las habilidades, conocimientos y actitudes para afrontar los desafíos, superar adversidades y adaptarse a los cambios, promoviendo una perspectiva de mejora constante. Esta habilidad esencial los prepara para un futuro exitoso, tanto en el ámbito educativo como en la vida personal, promoviendo una salud psicológica robusta y una mayor confianza. Un estudiante resiliente maneja la adversidad de forma constructiva y participativa, lo que reduce la ansiedad, la depresión y otras afecciones de índole psicológico, problemas comunes en la población estudiantil. Esta habilidad les permite superar decepciones y desarrollar una autoestima saludable, aumentando la confianza en sí mismos. Esta fortaleza interna les permite superar las presiones de la vida académica y social con mayor equilibrio y optimismo.
Además, una escuela resiliente se convierte en un entorno facilitador de procesos que contribuyen al desarrollo académico, social y vocacional de los estudiantes, fortaleciendo competencias blandas, pensamiento crítico y las habilidades para el afrontamiento, especialmente relevantes en escenarios de crisis.
Desafíos de la resiliencia en ambientes educativos formales
Sin embargo, la promoción de la resiliencia educativa no está exenta de desafíos. Uno de los principales peligros es la tendencia a individualizar la responsabilidad del afrontamiento, dejando de lado los factores estructurales que participan en el bienestar. Si bien la resiliencia enfatiza la flexibilidad, es fundamental no caer en la trampa de exigir a los estudiantes “esforzarse más” sin proporcionar los recursos necesarios.
Los estudios muestran que estrategias como el “ajuste económico” (simplemente esforzarse más) son menos eficaces frente a crisis profundas, tanto en la vida diaria como en la educación actual. Sin redes de apoyo, inversión en infraestructura y vínculos sociales sólidos, la resiliencia individual puede verse sobre demandada, llevando al agotamiento, la frustración o la resignación.
Asimismo, existe el riesgo de patologizar la falta de resiliencia, responsabilizando exclusivamente al individuo por su limitación para superar adversidades, cuando en realidad muchos de los obstáculos tienen raíces sociales, económicas, institucionales o en el diseño y ejecución de experiencias de aprendizaje. Por ello, es necesario que las escuelas no solo promuevan la resiliencia individual, sino que también construyan ambientes seguros, de apoyo y respeto, donde se trabajen la autonomía, la empatía y el sentido de participación.
La resiliencia educativa es un proceso multifacético, indispensable para el desarrollo de los estudiantes y para los docentes. Su relevancia se manifiesta en la mejora del aprendizaje, el bienestar emocional y la preparación para la vida futura. No obstante, su promoción debe ir acompañada de políticas que consideren tanto los factores individuales como los contextuales, evitando la sobrecarga de trabajo en los estudiantes y asegurando el acceso a apoyos adecuados. Solo así, la resiliencia educativa podrá cumplir su papel transformador en los ambientes educativos formales.
- El autor de este artículo José María Guajardo Espinoza, lamentablemente falleció unos días después de escribirlo. Por esa razón, este artículo se publica “in memoriam” suya.



