En una ocasión, hablando con una persona extranjera, me comentó que no le gustaba el tequila, ni la grapa, ni nada parecido. Yo le respondí que cómo se le ocurría comparar un tequila con una simple grapa. Mientras la grapa se obtiene de los hollejos de uva, las semillas y hasta los residuos de mosto o vino, el tequila se elabora con el corazón del agave, «del corazón», no de sobras ni pellejos. Hasta en el aroma y en el sabor son diferentes. Le comenté que el tequila no es para beber de golpe; es para beberlo a pequeños sorbos, dejando que el líquido se expanda en el paladar para apreciar sus sabores y aromas, y se disfruta con una buena comida.
Pero, ¿qué es una buena comida? Me quedé pensando, ¿qué es para mí una buena comida? Para mí, una buena comida no tiene que ver necesariamente con que esté elaborada con costosos ingredientes o por algún chef de reconocido prestigio, tampoco si se come en un lujoso restaurante o que solo se sirva en acontecimientos importantes. La buena comida es, desde mi punto de vista, la que humaniza, ya que comer bien y saber comer nos hace más humanos.
Comer es una necesidad humana básica y fundamental que se puede convertir en un verdadero placer. ¡Qué tan importante es una comida! Con ella se celebran grandes acontecimientos, se cierran y se concretan negocios, y muchas veces con ellas se inician grandes proyectos. ¿No es acaso la comida una de las principales recomendaciones en los viajes? Es un elemento de primera importancia para adentrarnos en la cultura de los lugares que se visitan, tanto que, si no se comen determinados platillos, es como si no hubieras estado allí, así de simple.
La comida es también un arte, pues cada quien tiene su sazón, su toque. Muchas veces, a través de la comida, se da la bienvenida a las personas que nos visitan y se quiere sorprender. Es más, nadie se siente mejor ni se agradece más que llegar a una casa y que los anfitriones te compartan lo que han preparado. Puedo asegurar que es más placentero que alguien te invite a su hogar a probar un sencillo platillo casero preparado por ellos mismos, a salir a un restaurante. La comida es hasta medicinal, pues es una de las primeras recomendaciones que recibimos cuando vamos al médico: cuidar la dieta.
Pero veo algo que me llama la atención, y creo que la mayoría nos damos cuenta: el frenesí del día a día hace que la gente coma deprisa, no se detienen, la ansiedad atrapa. Comidas de cinco minutos o menos. Hasta pienso que no es algo que forzosamente dependa de factores externos, como los horarios fijos, las distancias, los tiempos. Pienso que la ansiedad al comer tiene muchos otros factores, pero sean cuales sean, creo que debemos prestar atención a la manera en que estamos comiendo.
Por ejemplo, no es humano acostumbrarse a comer mientras se está caminando, ni acostumbrarse a comer comida fría o siempre procesada, tampoco comer de pie o preferir comer solo. No es humano comer teniendo la atención puesta en un aparato audiovisual. Muy distinto es disfrutar de un buen café y unas galletitas leyendo el periódico o un buen libro.
Hay muchas relaciones en crisis, pues a veces el ritmo que dicta el gimnasio y la dieta proteínica a base de huevos rompe dinámicas de convivencia. Esta dieta impone ciertos horarios que «exigen ser respetados», y no importa el punto de vista ni las necesidades del otro; así, comienzan a comer solos, aparte, «a sus horas».
Humanizar la comida nos lleva a buscar compartirla y compartir el tiempo con otro u otros, a huir de la tentación de querer comer solo, a no comer de pie ansiosamente, a no comer la comida sin calentarla por las prisas o la comodidad. Nuestro cuerpo se merece buenos sabores, manjares en su temperatura justa; nos merecemos comer bien.
Cómo me acuerdo cuando iba a casa de mi bisabuela, ubicada en la calle de Guerrero, sobre todo en aquel Saltillo cuyas tardes invernales se disfrutaban de un rico chocolate espumoso, recién hecho con unas conchas recién horneadas que con su aroma llenaban la cocina, y sobre todo que aprovechaban ese momento para, como madre, hija, y yo de colado, hablar de todo y pasar tiempo, y el tiempo pasaba más lento. Hoy veo que comemos más rápido para aprovechar el tiempo, pero este se acelera para que nunca lo podamos alcanzar.



