PUNTO DE CIENCIA

Habilidades socioemocionales y ansiogenia educativa

Por José María Guajardo Espinoza

Las habilidades socioemocionales son un conjunto de aptitudes que permiten a las personas relacionarse de forma eficaz, empática y constructiva, al tiempo que gestionan sus emociones, impulsos y motivaciones. Estas habilidades, que incluyen el autocontrol y la cooperación, son esenciales para el desarrollo personal, la integración social y la inserción profesional, incidiendo en el desempeño académico, el bienestar psicológico y las oportunidades laborales.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) destaca su relevancia y las define como patrones consistentes de pensamiento, emoción y conducta que pueden desarrollarse mediante experiencias educativas formales e informales.

Estas habilidades son claves para el bienestar individual y colectivo y se vinculan estrechamente con los logros socioeconómicos a lo largo de la vida. Pueden fortalecerse mediante intervenciones educativas, actividades extracurriculares con propósito formativo y el apoyo de la familia y la comunidad. En contextos de crisis, donde el bienestar emocional, el aprendizaje y el empleo están en riesgo, las habilidades socioemocionales funcionan como una red de protección que permite respuestas resilientes, adaptativas y solidarias, ayudando a enfrentar la adversidad con equilibrio y dirección.

Por otra parte, en el campo educativo, es imprescindible considerar el fenómeno de la ansiogenia, es decir, aquellas situaciones que detonan ansiedad en los estudiantes. Estas situaciones pueden iniciar con sensaciones difusas de inquietud o preocupación, y llegar a evolucionar en estados de miedo o estrés persistente que interfieren no solo en el desempeño académico, sino también en la salud psicológica del estudiantado. Diversos factores están asociados al surgimiento de la ansiogenia educativa: desde el temor al fracaso, la presión por obtener resultados, la desconfianza hacia los docentes, hasta la dificultad de adaptarse a entornos digitales o metodologías de aprendizaje no tradicionales.

Ante este panorama, es fundamental que los docentes reconozcan cómo sus propias prácticas pueden incidir en la aparición de episodios ansiogénicos y que se involucren activamente en la implementación de programas transversales junto a las autoridades escolares. Estos programas deben orientarse a fomentar en los estudiantes competencias socioemocionales que les permitan afrontar de forma efectiva la ansiedad derivada del entorno escolar. Dentro de estas habilidades destacan el control emocional, entendido como la capacidad de identificar y modular la expresión de los sentimientos; la perseverancia, que impulsa el esfuerzo sostenido frente a la dificultad; y la resiliencia educativa, que posibilita la recuperación ante el fracaso o la adversidad académica.

La empatía favorece vínculos significativos al permitir la comprensión de los estados emocionales de los demás, reduciendo tensiones sociales en el aula. La responsabilidad impulsa una actitud activa frente a los desafíos, mientras que el pensamiento crítico y la creatividad brindan respuestas innovadoras ante situaciones percibidas como amenazantes. Estas habilidades, desarrolladas de forma articulada, fortalecen la capacidad de afrontar la ansiogenia y transforman la relación del estudiante con su proceso educativo. Además, el entorno escolar influye en su consolidación: un clima que promueve la sociabilidad puede disminuir la ansiedad vinculada al uso de tecnología o a la diversidad de escenarios de aprendizaje. En contraste, la falta de habilidades sociales limita la curiosidad, incrementa la desconfianza y agrava el malestar emocional. Por ello, fomentar estas competencias es clave para el bienestar psicológico y el desarrollo académico del alumnado.

Por todas estas razones, las habilidades socioemocionales no deben entenderse como atributos accesorios, sino como herramientas esenciales para el desarrollo integral del estudiante. Su promoción efectiva representa una estrategia pedagógica clave para reducir los efectos de la ansiogenia educativa y, al mismo tiempo, favorecer el fortalecimiento psicológico, social y académico de los jóvenes en contextos de creciente complejidad.

 

Facultad de Psicología, Unidad Sureste

 

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