Londres, Inglaterra.- Las pesadillas que experimentamos durante la noche podrían estar cobrando un precio mucho más alto de lo que imaginamos. Un estudio reciente sugiere que estos sueños perturbadores no solo afectan la calidad del dormir, sino que también podría estar marcando el ritmo de tu envejecimiento y afectando seriamente tu salud a largo plazo.
Un grupo de investigadores del Reino Unido han dado con una conexión sorprendente entre los sueños aterradores frecuentes y la aceleración de ciertos mecanismos biológicos asociados con el deterioro del cuerpo humano. Lo más impactante es que esta asociación se manifiesta desde edades tempranas y persiste durante toda la vida.
Es probable que esto se deba al estrés que las pesadillas pueden provocar en un cuerpo dormido, apuntaron los investigadores. “Nuestros cerebros dormidos no pueden distinguir los sueños de la realidad”, señaló en un comunicado de prensa el investigador principal, el Dr. Abidemi Otaiku, neurocientífico del Colegio Imperial de Londres, en Reino Unido.
Los datos proceden del análisis de más de 183 mil adultos de entre 26 y 86 años, a quienes se les preguntó con qué frecuencia tenían pesadillas. Aquellos que reportaron este tipo de sueños de forma habitual, al menos una vez por semana, mostraron un patrón muy claro: mayor riesgo de morir antes de los 70 años.
Abidemi Otaiku, señala: “Las personas que tienen pesadillas frecuentes envejecen más rápido y mueren antes”. La afirmación se respalda con datos longitudinales que siguieron a los participantes durante casi dos décadas.
Lo realmente llamativo es que esta conexión parece ser aún más fuerte que la de los factores clásicos de riesgo, como el sedentarismo, una dieta poco saludable o incluso el tabaco. Todo apunta a que la calidad del descanso, y lo que soñamos en él, podría tener un impacto más profundo del que se pensaba.
Para medir el envejecimiento de forma precisa, el equipo de científicos utilizó herramientas moleculares. En adultos, observaron los llamados relojes epigenéticos, que permiten calcular la edad biológica a partir de patrones en el ADN. En el caso de los niños, recurrieron a la longitud de los telómeros, que son pequeños “tapones” que protegen los extremos de los cromosomas y que se acortan con el tiempo.
Los resultados fueron consistentes: cuanto más frecuentes eran las pesadillas, más corto era el telómero o más acelerado el reloj epigenético. Lo más inquietante es que esta tendencia se encontró también en niños de entre 8 y 10 años. Es decir, los efectos negativos del mal sueño empiezan desde la infancia y podrían acompañar a lo largo de toda la vida.
Y no parece importar el sexo, la etnia ni otros factores demográficos. El vínculo es tan sólido que, según los cálculos del estudio, alrededor del 40 por ciento del riesgo adicional de muerte temprana entre quienes tienen pesadillas frecuentes se puede explicar por ese envejecimiento biológico acelerado.
“La buena noticia es que las pesadillas se pueden prevenir y tratar”, señaló Otaiku. “Medidas simples como evitar las películas de miedo, mantener una buena higiene del sueño, manejar el estrés y buscar tratamiento para la ansiedad o la depresión pueden ser efectivas”.
Los especialistas del sueño podrían ayudar a las personas cuyas pesadillas no responden a los cambios en el estilo de vida, añadió. “Dado lo comunes y modificables que son las pesadillas, se deben tomar mucho más en serio como un problema de salud pública”, concluyó Otaiku.
Un entorno de descanso tranquilo, sin pantallas antes de dormir y con horarios regulares, también puede marcar la diferencia. En algunos casos, incluso la terapia cognitivo-conductual adaptada a pesadillas ha mostrado buenos resultados para quienes las sufren de forma crónica.
Aunque aún falta mucho por investigar, los científicos coinciden en que soñar no es un asunto que debamos ignorar. Lo que ocurre en nuestra mente durante la noche puede tener más influencia de la que imaginamos sobre cómo nos sentimos y cuánto tiempo vivimos. Tal vez, empezar a cuidar de nuestros sueños sea una nueva forma de cuidar nuestra salud. (EL HERALDO)