Monterrey, NL.- Jacobo es residente de primer grado (R1) de la especialidad de cirugía en un hospital público estatal. En mayo pasado pensó en lesionarse a sí mismo para que lo incapacitaran.
“¿Y si me pongo enfrente de un carro y que me atropelle?”, se imaginó el médico de 32 años, diagnosticado hace unas semanas con depresión mayor y trastorno por déficit de atención.
“¿O si me caigo por las escaleras, me esguinzo o algo?”, siguió.
Apenas en marzo comenzó su residencia. Calificó al hospital como “un infierno”.
Un residente es un médico titulado de la carrera de medicina, que en promedio dura 6 o 7 años con rotación en hospitales, más un año de servicio social. En la residencia cursa su especialidad, que por lo general dura otros 3 o 4 años.
“El R1 es el gato del gato del gato del patrón”, expresa Jacobo, “porque literalmente es el que se lleva todas las friegas. Es al que más exprimen, al que más guardan”.
El término “guardar” es común entre los residentes. Se trata de un castigo en el que te “guardan” más horas en el hospital por haber cometido un error.
Jacobo ha estado en el hospital hasta 48 horas seguidas porque lo “guardaron”.
Los abusos que viven residentes llevan décadas, pero un asomo a las condiciones se destapó tras el suicidio de Abraham Reyes Vázquez, de 27 años, residente de segundo año (R2) de medicina interna en la Unidad Médica de Alta Especialidad (UMAE) No. 25 del IMSS, en Nuevo León.
Lo encontraron sin vida en su casa, en Mitras Centro, el lunes 2 de junio, una mañana en la que el joven habría tenido que presentarse a un examen.
Residentes del hospital señalaron en redes que el joven sufría violencia psicológica, humillaciones y cargas laborales extenuantes, lo que ha desencadenado que la comunidad médica exija cambios en la forma de operar la residencia.
“Llegas al punto en que te quiebran”, cuenta Jacobo, “llegas con este espíritu de ‘quiero cambiar vidas, quiero ayudar al prójimo, quiero ser mejor’, y ahí te das cuenta que te ponen a tratar vidas humanas y a ti te tratan como todo, menos como persona”.
Él se tuvo que cambiar de ciudad para hacer su residencia y vive solo. Es una situación que experimentan muchos médicos para poder hacer su residencia: deben irse a vivir como foráneos, pagar una renta y estar lejos de su familia.
El sueldo promedio de un residente en México es de 15 mil pesos mensuales y es gracias a ellos que se logra la operatividad en hospitales.
Jacobo relata que sufre constantes humillaciones y se refieren a él como “pendejo”, “flojo”, “huevón” y le siguen una serie de amenazas.
Lo regañan frecuentemente, agrega, por supuestos errores en reportes o notas que debe llenar de pacientes. Eso es algo que también narran más residentes.
Su estrés ha sido tanto que ha pensado en autolesionarse para poder descansar. En tres meses ha bajado 10 kilos.
Diego, residente de segundo año de traumatología, relata que ha tenido jornadas de hasta 42 horas. El año pasado tuvo dos accidentes automovilísticos saliendo del hospital.
“Los dos accidentes fueron por quedarme dormido”, señala.
A más residentes de primer año les ha pasado, agrega.
Los residentes entrevistados por EL NORTE solicitaron cambiar sus nombres y omitir el dato exacto del hospital por temor a represalias.
ABUSOS SON COMETIDOS… POR RESIDENTES
¿Quién ejerce la violencia contra los residentes? Suena contradictorio, pero coinciden en que gran parte de los abusos son cometidos por mismos residentes de mayor jerarquía hacia los de menor grado.
En el caso de Jacobo, sus violentadores son algunos R2, es decir, médicos con apenas un año más de experiencia que él.
En el ambiente médico la escala jerárquica está muy marcada, y los R2 tienen autoridad sobre los R1, así como los R3 de los R2 y R1; y los R4 sobre todos los de grados inferiores.
Más arriba de los residentes están médicos especialistas de base o adscritos. Sin embargo, señalan que muchos prefieren no meterse en asuntos de los residentes.
“Hay médicos adscritos a los que tú les preguntas algo y dicen ‘¿por qué el R1 me está hablando?”, relata Jacobo. “Así de soberbios son”.
Un neurocirujano decano explica que históricamente en las especialidades quirúrgicas es donde hay más abusos.
La regla es así, dice: los residentes de mayor jerarquía usan toda su “creatividad” para llevar al límite a los residentes menores, por lo que buscan limitarlos en actividades básicas, como ir al baño, comer e incluso sonreír.
Habitualmente, añade, surgen grupos de “buenos” y “malos” residentes. Estos últimos continuamente son señalados como “lentos”, “flojos”, “irresponsables” o “torpes”.
“Se crea un círculo vicioso que hace que las personas que no encajan rápidamente se mantengan día a día siendo señalados”, dice el neurocirujano, “lo que generara una frustración, enojo y en muchas ocasiones depresión ante la adversidad de no ser aceptados.
“Cuando suben en la escala jerárquica están tan molestos, que suelen ser los que más presionan a los inferiores”.
No todos los residentes y médicos especialistas son abusivos, enfatizan, porque también hay personal médico con gran sentido de humanidad y empatía que ayudan a los residentes de menor jerarquía.
Mario, un residente de 31 años, de tercer grado de neumología de un hospital del ISSSTE cuenta su situación desde el área de psiquiatría del hospital, en donde fue internado por ideación suicida, depresión mayor y ansiedad.
“Temo por mi vida”, escribe vía whatsApp. Dice que usa su celular a escondidas.
Desde primer grado ha recibido hostigamiento, acoso laboral y humillaciones de residentes de mayor jerarquía y del profesor titular del área.
Proporcionó copias de una denuncia que hizo ante el Órgano Interno de Control y audios de una junta en donde leyó la serie de abusos por los que ha pasado.
Residentes de mayor jerarquía lo han acusado de “ser muy lento”.
Describe que una vez le advirtieron: “Te vamos a destruir para poder construirte. Tú sabes cuándo quieras que pare esta masacre contra ti. Puteándote es la mejor manera de que entre la neumología en ti, en otros hospitales te van a tratar peor”.
Relata que, cuando estaba en primer grado, un residente de tercer grado le señaló en una ocasión: “Corrige ese pinche senso (sic) y no me rezongues”, al tiempo que le dio un manotazo en la espalda.
La Norma Oficial Mexicana NOM-001-SSA-2023 dice que las guardias de los médicos residentes deben ser máximo dos veces por semana y con intervalos de por lo menos tres días entre cada una de ellas.
En días hábiles, las guardias inician a la hora que termina el turno matutino y concluyen a la hora establecida para iniciar el turno matutino siguiente, según las disposiciones de cada institución de salud.
La duración de las guardias en sábados, domingos y días festivos será de 24 horas, pero si finaliza en día hábil deben continuar las actividades del turno matutino.
El documento señala que por semana no se podrán exceder las 80 horas de servicio.
Pero los testimonios evidencian que los residentes llegan a pasar hasta varios días “guardados” en el hospital.
Efraín Treviño, de 30 años, renunció como residente de urología en la UMAE No. 25, en el mismo hospital donde estuvo Abraham, el joven que se suicidó recientemente.
Tomó esa decisión tras una ideación suicida en la que pensó en arrojarse del piso 10 de este hospital, ubicado en la colonia Mitras Norte.
Tras sentirse impactado por el caso de Abraham, hizo público su testimonio en una entrevista con el anestesiólogo Isaac Chávez Díaz.
“Ya estaba planeando cómo suicidarme… Ya estaba en ese punto en el que la depresión ya me había terminado”, contó el egresado de la carrera de medicina de la UDEM.
“Recuerdo que estaba en el décimo piso y dije: Sabes qué, me voy a aventar de aquí. Ya no puedo, ya no aguanto”.
Se detuvo porque en ese momento recibió una llamada de su mamá.
Relató que sus jornadas en promedio eran de 20 horas diarias, sin estar de guardia. Entraba a las 3 de la madrugada y en ocasiones se extendía hasta la 1 de la madrugada del siguiente día, por lo que se quedaba a dormir dos horas en el hospital.
Las agresiones verbales provenían de los residentes de mayor jerarquía. Al poco tiempo de ingresar, desarrolló ansiedad y depresión, y bajó 10 kilos en cuatro meses.
No le permitían ir al comedor ni estar sentado y siempre tenía que caminar rápido o correr porque, de lo contrario, era considerado un flojo y lo reprendían con un “¡Órale, pendejo, apúrate!”.
Karime Orio, de 28 años, residente de segundo año de anestesiología de la UMAE 25 del IMSS, y quien era novia de Abraham, relata que ella intentó suicidarse en abril pasado por el acoso laboral que sufría por parte de residentes de tercer grado y de la jefa de enseñanza de anestesiología.
En el canal de YouTube de Mr. Doctor describió tener jornadas extenuantes de más de 36 horas sin dormir ni comer y sometida a violencia psicológica.
Esto además de la falta de material para trabajar.
“Cuando iba camino a mi casa empecé a sentir mucha ansiedad y empecé a tener estos pensamientos ‘¿Y si ya acabo con todo esto? Ya estoy cansada’”, recordó.
“¿Y cómo es la única forma de no sentir lo que estoy sintiendo? Quitándome la vida”.
Amanda, residente de segundo grado de dermatología de un hospital del IMSS, fue diagnosticada con depresión y ansiedad. Le han dicho que es “una inútil” y que mejor abandone la carrera.
“Me ha tocado ver llorar a mis compañeros residentes de neurocirugía porque los castigan y los dejan ‘guardados’ por días, sin cambiarse de ropa, sin comer bien, algunos ya con fascitis plantar (inflamación en la parte inferior del pie) por exceso de horas parados”, narra.
Pablo, residente de segundo año de geriatría de otro hospital del IMSS, coincidió en que son sometidos a jornadas extenuantes y a humillaciones en frente de pacientes.
-¿Por qué crees que se permite este sistema? “Por falta de personal en los hospitales y aumento constante de la población derechohabiente y no derechohabiente”, señala, “además de falta de leyes que protejan a los residentes de abusos laborales.
Es cierto que existen reglamentos institucionales, pero no son cumplidos”.
En hospitales privados como el Hospital Zambrano Hellion de Tec, un residente de la especialidad de cirugía también acusó abusos.
“Es un ambiente difícil y muy exigente, con jornadas pesadas. Muy cansado”, sostuvo. “Hay maltrato verbal: de ‘pendejo’ no te bajan todos”. (AGENCIA REFORMA)
FORMACIÓN O TORTURA
Entre castigos, humillaciones y turnos extenuantes, médicos residentes enfrentan una realidad que erosiona su salud y vocación.
– Abraham, R2 del IMSS, se suicidó el 2 de junio, en Monterrey, tras presiones laborales. Su caso destapó acusaciones.
– Residentes médicos son sujetos a jornadas extenuantes y violencia psicológica en hospitales públicos y privados.
– El abuso incluye “guardias” como castigo: hasta 48 horas sin descanso por errores menores.
– Gran parte del maltrato viene de residentes de mayor jerarquía. Médicos adscritos suelen ignorarlo.
– Las normas oficiales prohíben excesos, pero muchos laboran más de 80 horas semanales.



