LA METÁSTASIS DE LA VIOLENCIA

 

La palabra metástasis nos remite de inmediato a la medicina y a alguna enfermedad. Al preguntarle a un médico, nos dirá que es el proceso por el cual las células cancerosas se diseminan desde el lugar donde se originaron (tumor primario) a otras partes del cuerpo, donde pueden formar nuevos tumores. En pocas palabras, nos indica que el cuerpo está invadido y ya no hay mucho más que hacer, solo esperar el desenlace. Son palabras muy duras que, al escucharse, suelen generar reproches: «Debí hacer esto», «Por qué no lo hice a tiempo», «Por qué no puse atención», etc. Sin embargo, las recriminaciones y los reproches no devolverán la salud ni la vida al paciente.

Para Michel Foucault, filósofo francés del siglo XX, existe una interesante comparación entre la medicina y el individuo, y entre la sociedad y un organismo vivo. Foucault desarrolla el concepto de Biopolítica, que utiliza para analizar las relaciones entre el Estado y la población, y cómo el primero busca gestionar y dirigir la vida del conjunto de la ciudadanía. Para Foucault, «todo poder es un poder biopolítico, es decir, un poder gestor de la vida». Entonces, ¿qué sucede cuando esta vida está amenazada por la enfermedad? Ante el paciente, el médico debe buscar su salud y defender su vida; de igual manera, el Estado debe velar por la salud y la vida de su población, pues sin ella, el propio Estado desaparece.

No podemos negar, aunque cada quien tenga sus propios datos, que a nivel global vivimos una dictadura de la violencia: desde el hogar, la escuela y las redes sociales, sin mencionar los numerosos conflictos armados en diversas partes del mundo, y los que sufre nuestro país a diario y en todas partes. En estos escenarios, lo más joven de nuestra población, como flores que apenas iban a abrir, son cortadas antes de tener la oportunidad de dar su fruto. Tampoco influye mucho el cambio de partido en el gobierno; sean de un sector u otro, la violencia sigue extendiéndose y arraigándose, y la salida para justificar los fracasos en las gestiones es culpar a los que estuvieron antes.

Tomando nuevamente el ejemplo de la metástasis, y aplicándolo al principio biopolítico de Foucault sobre cómo se ejerce el poder no solo sobre los territorios, sino sobre la vida de los individuos y las poblaciones, podemos decir que la violencia es como un tumor, producido por otro tumor. Y no me refiero solo al que tiene que ver con la corrupción; este sería otro tumor que igualmente tendría su origen en un mal más profundo. Cuando el mal se detecta a tiempo, hay oportunidades de aplicar terapias médicas que no incumben solo al médico. El paciente debe ser el primero en poner de su parte para sanar, pues sin su colaboración activa, de nada servirían la ciencia y la pericia del especialista en oncología.

Sin embargo, surge una pregunta: ¿aun sabiendo que estamos enfermos como sociedad, estamos dispuestos a iniciar una terapia sanadora? Es decir, ¿estamos dispuestos a tomar acciones concretas y correctas para extirpar estos «tumores» que están arrancando la vida y destruyendo cada vez más el nivel y la calidad de vida de la población? Por lo que observo, en medio del confort (enemigo mortal de la vida virtuosa), se espera que la situación se solucione solo con el paso del tiempo. Esto es tan ingenuo como esperar que un cuerpo invadido por el cáncer se sane y recobre la salud únicamente con el transcurrir del tiempo. Lo peor es que un enfermo todavía puede esperar un milagro para sanar, pero nuestra sociedad, metastatizada de violencia, ya ni siquiera cree en la posibilidad de los milagros.