UN VALEROSO COAHUILENSE

Recientemente conmemoramos el 163 aniversario de la gran batalla del cinco de mayo de 1862, batalla con la cual las armas de México “se cubrieron de gloria”, según el triunfador de esta gran batalla daba a conocer en su parte de guerra. El triunfo de las tropas mexicanas no fue una victoria como cualquier otra, pues esta fue infringida al ejército más reconocido en el mundo entero como el mejor y más preparado, además de contar con armamento de primera y lo más moderno que existía a la fecha de su combate ante el ejército mexicano, al mando del gran general Ignacio Zaragoza Seguín.

Nuestro personaje fue originario de la Bahía del Espíritu Santo, ubicada actualmente en Goliad, Texas EUA, cuando esta pertenecía a Coahuila y Texas. Habiendo nacido un 24 de marzo de 1829, sus estudios a nivel primaria los realizó en Matamoros , Tamaulipas y Monterrey, Nuevo  León, en el colegio Seminario. En el año de 1853 se alistó en las guardias nacionales  llegando al grado de capitán  y después de participar  en varios combates  fue llamado por don Benito Juárez  García para ser ministro de Guerra. Francia pretendió en 1862 extender sus dominios en América, por lo que intentó instaurar una monarquía en territorio mexicano enviando fuerzas invasoras a territorio nacional, dándose el primer enfrentamiento en las cumbres del estado de Veracruz en  Acutzingo, el 28 de abril de 1862.

El general Zaragoza fue designado Comandante General del Ejército de Oriente para detener y derrotar  al ejército francés, atrincherándose Zaragoza en los fuertes de “Loreto y Guadalupe” con un ejército mal armado, siendo  auxiliado por las comunidades indígenas de la región a punta de  machetes, que eran sus principales armas de ataque. Las tropas  mexicanas en general  mal armadas, lograron que los extranjeros  fueran derrotados, triunfando las armas nacionales  no obstante  su mal  equipamiento y casi nula preparación. Sin embargo, el espíritu nacionalista se impuso y lograron vencer a los extranjeros.

Después de la gloriosa batalla de 1862, Zaragoza cayó  en una gran depresión al fallecer su esposa ese mismo año, pues aún le pesaba no haber asistido a su enlace nupcial por sus labores militares, siendo representado por su hermano;  y cuatro meses después del gran triunfo militar que dirigió, cayó gravemente enfermo, todo ello debido a una infección  que le fue contagiada  en las cumbres de Acutzingo, en una visita que realizó a las tropas federales solamente dos semanas después de haber logrado obtener  un gran triunfo militar contra los invasores.

Los restos del gran héroe, por disposición de don Benito Juárez García, fueron sepultados en la ciudad de México. Sin embargo, en el año de 1976 fueron trasladados a Puebla al igual que los de su esposa, quien falleciera antes que él.