“Chango viejo”
Vencer el miedo para aprender algo nuevo siempre me pareció muy retador, aunque adquirir nuevas habilidades impulsa mi creatividad y alimenta mi curiosidad. Por eso, cuando mi abuela asistió a cursos para aprender recetas con soya me emocioné mucho y quería que me enseñara. Ella muy entusiasta me decía: y yo que pensaba que “chango viejo, no aprende maroma nueva” y mírame ahorita hijita, exclamaba con una amplia sonrisa mientras seguía las instrucciones de los nuevos platillos.
Eduardo Damazo Rodríguez Hinojosa, es entrenador de gimnasia en Nuevo León, señalado actualmente por siete de sus deportistas, de haber cometido violencia psicológica, física y sexual en contra de ellas. Lo alarmante del caso es que en 2015, durante la gestión del procurador Roberto Flores, se le dio “carpetazo” al asunto debido a que se otorgó el perdón al acusado.
Ahora, su defensa ha dilatado el proceso postergando sus audiencias, estrategia que se utiliza en múltiples ocasiones para desgastar a las víctimas y revictimizarlas todo con la finalidad de que desistan en su intento por obtener justicia.
Debido a que el caso se ha popularizado en redes sociales, a través de activistas y colectivas que realizan el acompañamiento a las víctimas, amigos y familiares de Damazo «N» se hicieron presentes en la audiencia del 29 de abril con pancartas que contenían la leyenda “la justicia no se decide en las redes, se decide en los tribunales”, una frase que sin duda pone en evidencia la molestia que ocasiona al abusador y su círculo cercano, las publicaciones que se han realizado en torno al caso.
El abogado del acusado Gerardo Rincón Flores, declaró que “las señoras vienen preparadas para hacer pleito en lugar de decir o hacer cosas positivas, cuando debieron cuidar a sus hijos” depositando la responsabilidad del acto de abuso en las víctimas y ofendidos, eximiendo al perpetrador.
Todo lo anterior, forma parte de la cultura de la violación, una serie de creencias que constantemente observamos alrededor de los delitos sexuales.
En primer lugar, ¿cómo se otorga el perdón en un caso de abuso sexual a un menor de edad? ¿Acaso no se analizan los casos atendiendo al interés superior de la infancia?
En segundo lugar, ¿por qué se le permitió a un entrenador acusado de tan graves delitos seguir conviviendo y formando parte de la formación de menores de edad? Si se otorga el perdón, entonces, ¿ya no es necesario realizar una investigación como institución deportiva? Porque independientemente de las consecuencias jurídicas, las instituciones tienen la obligación de garantizar el libre desarrollo de las infancias y el derecho de mujeres, niñas y adolescentes a una vida libre de violencia, estos derechos fueron vulnerados a éstas niñas, pero también a sus familiares y compañeros al obligarlos a convivir con un agresor.
Si existiera más consciencia sobre estos temas, sobre la normalización de la violencia y abusos psicológicos en el deporte y sobre la explotación de las personas, aún por encima de sus derechos, dejarían de existir los Damazo “N” en las delegaciones deportivas, por el contrario, mientras tengamos normalizados el tipo de discursos como los del abogado Rincón Flores, quién además se atrevió a declarar que las víctimas y el acusado sostuvieron relaciones de noviazgo, siendo él adulto y ellas menores de edad, no podremos avanzar como sociedad hacia la verdadera cultura de prevención y protección de los menores.
El ámbito deportivo debería ser un espacio para fomentar el crecimiento de los individuos, un medio para alcanzar el éxito personal no una esfera más de oportunidad para violentar a grupos vulnerables como infancias y mujeres. Se debe tomar en cuenta todos estos factores para establecer políticas de prevención, combate y erradicación de toda forma de violencia en contra de niñas, adolescentes y mujeres o de lo contrario, estaríamos demostrando qué, como decía mi abuela “chango viejo no aprende maroma nueva” y como sociedad estaríamos destinados a repetir nuestros errores una y otra vez. Tenemos que ser mejores que eso.