COMO DECÍA MI ABUELA

«Lo único que tenemos seguro» …

Cuando fallecía algún familiar o ser querido, mi abuela se tomaba el novenario muy en serio. Era una forma de acompañarnos como familia, entregándonos al ritual por el descanso eterno del alma de nuestro familiar. Es en este tipo de ocasiones donde escuché a mi abuela decir «lo único que tenemos seguro es la muerte» como una forma de aceptar que la vida tiene un ciclo y así, encontrar resignación y consuelo.

Tras los resultados de la ENSU, encuesta nacional de seguridad pública urbana, del inegi, nuestro gobernador afirmó esta semana, que habitamos en la capital más segura del país, lo cual no es exactamente lo que señala la encuesta.

Este instrumento no analiza indicadores objetivos, sino la percepción de seguridad de las personas encuestadas, es decir, se basa en la opinión subjetiva de los entrevistados para definir si el ciudadano se siente seguro en distintos entornos, y es aquí donde encontramos diferencias importantes con lo afirmado por el gobernador de nuestro estado, Manolo Jiménez.

Por ejemplo, el 67.5% de las mujeres encuestadas en el mes de marzo consideró que vivir en su ciudad era inseguro, esta cifra se obtiene del total de las 91 ciudades de interés que consideró el inegi para su muestra, Saltillo incluida. El 24.5% del total de los entrevistados, hombres y mujeres, consideró la ciudad de Saltillo como insegura, lo que coloca a nuestra ciudad dentro de aquéllas con menor percepción de inseguridad en contraste con la primera cifra. Una traducción simplista sería, no es lo mismo vivir en la ciudad más segura, que, percibir que la ciudad en donde vives es la más segura.

Así mismo, un indicador objetivo de la seguridad es, por ejemplo, la proximidad de la policía y el tiempo de respuesta ante las emergencias, entre otros indicadores que son estudiados y tomados en cuenta para la elaboración de las políticas de seguridad pública.

Y es aquí, donde tengo una experiencia no muy grata que contar, ya que desgraciadamente, fui testigo de violencia feminicida dentro de mi comunidad.

Estuve brindando apoyo para realizar el reporte ante los cuerpos de emergencia con otras vecinas y vecinos y solicité la colaboración de personas de mi confianza para seguir insistiendo en la atención y pronta respuesta de las autoridades, la cual, tardó más de una hora en llegar, tomando en cuenta las llamadas realizadas al 911 y los reportes vía WhatsApp ante la comisaría de seguridad y protección ciudadana. Como diría mi abuela «lo único que tenemos seguro es la muerte», más en un país donde 11 mujeres son asesinadas al día a causa de la violencia machista, esa que estaban ejerciendo en contra de mi vecina y sus menores hijos.

El reporte fue atendido y el agresor detenido, pero ahí no termina la historia. Sabemos que es necesario contar con la denuncia de la víctima, pero también necesitamos que la seguridad sea tangible para todas y todos, no sólo para quienes cuentan con la suerte de que se responda su llamada o se atienda la emergencia, aunque sea una hora después. No todos los ciudadanos tenemos acceso a vecinos preocupados activamente por la seguridad de su entorno, ni todas las personas contamos con redes de apoyo que insistan y ejerzan presión para que se atienda el reporte. Y ¿si la agresión hubiera ocurrido en otro horario? ¿si los vecinos se hubieran quedado con la respuesta del 911 que solo dijo, “pasamos el reporte a las unidades correspondientes”?

Agradezco encarecidamente a todas las personas, vecinos y amigos que se sumaron a la presión a las autoridades para generar la respuesta, porque es gracias a ellas y a ellos que se puede vislumbrar la luz al final de túnel.

Aunque Saltillo se perciba como una ciudad segura, yo sé que vivo en México y que cualquier día puedo pasar a formar parte de las estadísticas, sólo porque aún no se le da la debida atención e importancia a la situación tan grave de violencia en contra de las mujeres por la que atravesamos.

No basta con un número telefónico de seguridad si los elementos no actúan de inmediato, si las unidades policíacas no se encuentran distribuidas adecuadamente para generar esa proximidad con el ciudadano y que la atención sea inmediata.

No es hora de dormirnos en nuestros laureles sólo porque percibimos que vivimos en la capital más segura de un país en llamas, eso y nada, a final de cuentas es lo mismo. Porque, como diría mi abuela «lo único que tenemos seguro es la muerte” y, al menos yo, quisiera tener la oportunidad de observar una realidad distinta antes del final de mis días.