El edadismo es un mal que sufre el mundo y en especial nuestro país, se ve manifestado en la descalificación que padecen las personas mayores, me explico, si usted tiene más de sesenta años, esta fuerte, tiene lucidez mental, experiencia, y ganas de aún ser productivo e incorporarse a alguna empresa o institución, según sea el caso. Sale de su casa para comprar el periódico e iniciar la búsqueda de un empleo, le aseguro que se va a decepcionar y puede que hasta se deprima, en todos los avisos clasificados dice la leyenda: se solicita contador de 22 a 40 años. Se solicita responsable de oficina de 22 a 55 años y así continúan los requisitos en la solicitud de empleos. No se encuentra ningún aviso que no tenga límite de edad. ¡Es triste verdad!
Fue por estas situaciones que el término edadismo tomó fuerza en algunas sociedades. La Real Academia Española lo define como la “Discriminación por razón de edad, especialmente de las personas mayores o ancianas”. El concepto fue acuñado por el gerontólogo y psiquiatra Robert Butler en la década de los ‘60, el cual se refiere a la discriminación por edad, que se manifiesta a través de prejuicios, estereotipos y acciones discriminatorias. Esta situación afecta severamente a las personas mayores. Recordé un comercial televisivo, donde está sentada una persona de edad avanzada en un sillón, y pasan pintando una pared de la casa y lo pintan a él como si no existiera. O el anuncio donde el abuelo es tratado como sordo. Le aseguro que, si tiene más de sesenta años, en algún momento ha sufrido algún maltrato por su edad.
La Organización Mundial de la Salud afirma que: “El edadismo tiene consecuencias graves y amplias para la salud y el bienestar de las personas. Entre las personas mayores, el edadismo se asocia con una peor salud física y mental, un mayor aislamiento social y soledad, una mayor inseguridad financiera, una menor calidad de vida y unas mayores tasas de muertes prematuras. Se calcula que 6,3 millones de casos de depresión en todo el mundo son atribuibles al edadismo. El problema se entremezcla con otras formas de prejuicios y desventajas, como las relacionadas con el sexo, la raza y la discapacidad, lo que tiene un efecto negativo sobre la salud y el bienestar de la población”. No cabe duda de que, actitudes edadistas provocan lamentables deterioros en la salud y sobre todo en el bienestar de las personas adultas.
Los estudiosos del tema señalan la existencia de tres tipos: El edadismo institucional, la falta de políticas públicas que promuevan la igualdad de oportunidades y garanticen la autonomía y calidad de vida de los adultos mayores. Edadismo interpersonal, hace referencia a las opiniones de negativas y descalificativas que se tienen de las personas mayores. Y el autoinfligido, la idea que tienen las personas de que por la edad ya no son productivas o no pueden realizar algunas tareas. Esta situación causa daños, grandes desventajas, pero sobre todo injusticias en contra de las personas mayores.
Olvidan las personas que son aficionadas a hacer edadismo que no lo podrán evitar, llegarán a esa edad y con gran rapidez, ya lo dice el refrán “como te ves, me vi, como me ves, te verás” y le agrego: no te salvarás para allá vas. Lo invito a reflexionar sobre el tema, a comprender que la vejez no es una enfermedad, evitemos abandonar a su suerte a las personas de la tercera edad, al contrario, incluyámoslas en nuestras vidas, se han ganado el derecho de ser tratados dignamente, a darles tiempo y paciencia, tratarlos con respeto, a valorarlos, escucharlos y aprender de ellos, fomentar la inclusión, pero sobre todo promover el envejecimiento saludable y activo. Ya lo decía Víctor Hugo “Y si fuego es lo que arde en los ojos de los jóvenes, luz es lo que vemos en los ojos del anciano”.
Autor
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Cursó la Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública en la UNAM. Obtuvo el Grado de Maestra en Psicología Social de Grupos e Instituciones por la UAM-Xochimilco y el Doctorado en Planeación y Liderazgo Educativo en la Universidad Autónoma del Noreste. Cuenta con la Especialidad en Formación de Educadores de Adultos por la UPN; y con los siguientes diplomados: en Calidad Total en el Servicio Público, Análisis Politológico, y en Administración Municipal en la UNAM, entre otros.
Ha desempeñado diferentes cargos públicos a nivel Federal, Estatal y Municipal e impartido cursos de capacitación para funcionarios públicos, maestros, ejidatarios en el área de Administración Pública y Educación. Catedrática en la UNAM, UA de C, UVM, La Salle y en la UAAAN. Asesora y sinodal en exámenes profesionales en el nivel licenciatura, maestría y doctorado. Ha publicado varios artículos en el área de administración pública y educación en diferentes revistas especializadas, ha asistido a diferentes Congresos a nivel nacional e internacional como ponente en el área de Administración Pública y Educación, coautora en dos libros. Autora del libro Islas de Tierra firme.
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