OPINIÓN

SUENA FUERTE, LO ES MÁS

Por

21 marzo, 2025

La redención es la restauración del alma

C.S Lewis

La mayoría de las crisis personales de los seres humanos se deben a que se rompe nuestra sensación de control. Pero quizá le sirva saber que usted no tiene en absoluto ningún control sobre situaciones, circunstancias y personas, ni siquiera sobre su familia, a menos que se lo otorguen, vía el miedo, el interés o el respeto, y aun así en cualquier momento le pueden voltear el “chirrión por el palito”; se le rebela el hijo, le piden el divorcio, lo dejan en visto… en fin.

Usted puede influir en lo que le sucede al exterior, para velar por sus intereses; modificar algunas situaciones, circunstancia y relaciones, e incluso lograr que las cosas salgan como quiere, pero ni así tendrá el control. En cualquier momento algo o todo puede cambiar y desestabilizarlo, hacerlo entrar en crisis e incluso devastarlo, según el grado del impacto psicológico, puesto que, como ha quedado claro, el control es un constructo de la mente.

La única dimensión donde usted tiene realmente control es la interna, y aun así lo perderá en distintas situaciones. De eso se trata la vida, la evolución y el crecimiento personal. Lo que está bajo control es estático, la vida es dinámica, por eso nos dura tan poquito la sensación si radicamos el control en lo externo y no en nuestra capacidad de estabilizarnos interiormente, bajo cualquier circunstancia, una vez pasado el impacto, pues eso significa la adaptación.

A veces el control se pierde por completo, y para ello tenemos como paradigma el concepto de volver a empezar, incluso desde cero. Pero en realidad solo estamos teniendo un cambio brusco, un empujón para adaptarnos a la nuevas situaciones, circunstancias y personas, y si lo hacemos a regañadientes ya entramos prefabricando el fracaso. Hay que esperar siempre que todo lo que suceda sea en nuestro favor, incluso lo que no queremos que suceda. Se llama confianza en la vida.

Por otra parte, e independientemente de los cambios a que nos empuje la vida, nosotros mismos nos ponemos en condiciones críticas, en situaciones límite, en las que solo está bajo nuestra responsabilidad personal darle fin a algo, a una adicción, una mala relación, un estilo de vida insostenible, malos hábitos, problemas emocionales y todo ese tipo de cosas dañinas que tienen que ver exclusivamente con nosotros y nuestra voluntad, aunque vengamos echando culpas al por mayor para justificarnos

Terminar con estos patrones actitudinales y conductuales es la cosa más difícil que puede hacer cualquiera. Se necesita mucho valor y una gran convicción, porque literalmente se siente como la muerte, pues hemos basado en ellos el sentido de vida y, todavía peor, moldeado el ego. Los llevamos pues, hasta el límite, hasta que sucedan dos cosas: lleguemos a esa tan dolorosa desesperación que nos impulse a buscar ayuda, o nos aislemos hasta morir. Suena fuerte, lo es más.

Solo cuando el sufrimiento es mayor que la ganancia daremos el paso, y aún así sufriremos un buen rato hasta “tocar fondo”. He visto mucha gente dejar la vida en el camino. Pero cuando nace la convicción, un “lo haré” sin mácula, se acude a quien nos puede ayudar, se aceptan de antemano todas consecuencias que habrá que afrontar, porque ante todo se quiere dejar de sufrir, entonces podemos hablar de un final voluntario, un acto de gran valentía, de gran coraje, que emprendemos sin saber lo que vendrá, pero no importa. Se vuelve un final feliz y esperanzador.

Y justo aquí podemos hablar de nuevos comienzos, desde cero generalmente, porque los seres humanos tenemos una gran capacidad de sufrimiento antes de abandonar la lucha contra la vida y, con ella, la autodestrucción. Por eso se requiere ante todo un acto de redención. Y le tengo una buena noticia, a estos finales siguen comienzos milagrosos, transformaciones radicales, que lo llevan necesariamente a Dios. Su Dios.

delasfuentesopina@gmial.com