LAS CREENCIAS GRUPALES Y SU IMPACTO EN EL DESEMPEÑO EN LOS GRUPOS
En las dinámicas de los equipos de trabajo, al igual que en las dinámicas que vemos en una familia, existe un hilo conductor que conecta nuestros procesos y metas, y nos permiten generar la identidad de los mismos: las creencias que como grupo adoptamos.
Así como en el hogar, donde cada miembro trae sus propias creencias y valores, en un equipo también entramos con nuestro sistema de creencias.
Imagina que cada uno de nosotros participa en el equipo o en la familia lleno de convicciones y experiencias personales. Cada persona constituye un sistema, ¿ y qué pasa cuando esos sistemas de creencias chocan?
Es natural que al juntarnos, nos enfrentemos al modelo de pensamiento de cada uno. Algunos de esos pensamientos pueden ser beneficiosos y otros, quizás, un poco más problemáticos o inadecuados en nuestra manera de proceder y tomar decisiones.
A medida que un grupo o familia evoluciona, ciertas creencias comienzan a fusionarse, convirtiéndose en las “creencias del equipo”. Con el tiempo, podemos notar que algunas de ellas son compartidas y otras ya no lo son más.
Esto puede iniciar un proceso de fricción, y esas pequeñas tensiones pueden afectar a los procesos, a la convivencia y a la colaboración.
Hay creencias que se vuelven más que simples ideas; se arraigan en la cultura del grupo y, a su vez, en toda la organización. Las frases clásicas que todos conocemos, como «así siempre lo hemos hecho», son un claro ejemplo de cómo, a través de ellas, podemos estar limitando las opciones y el crecimiento de cada miembro o colaborador.
También hay creencias que pueden impulsar al grupo hacia adelante, esas que nos motivan, que nos hacen sentir más fuertes y conectados. Estas creencias no solo benefician a los miembros del grupo, sino que pueden transformar la cultura de toda una organización, energizando a cada miembro y dándole un propósito más profundo a nuestro trabajo y al desempeño en las familias.
Sin embargo, hay que tener cuidado con las creencias limitantes. Alguien con una fuerte influencia en el equipo o la familia, que, sin ser consciente, impone una creencia de competitividad extrema, puede llevar a que los demás comiencen a dudar de sus habilidades y disminuir la confianza en sí mismos al creer que no son capaces, que no son merecedores o que están limitados.
¿Has notado cómo, al escuchar un comentario desalentador, puede cambiar el ambiente, generando un clima de desconfianza y baja autoestima? Cuando un comentario o una creencia desafían nuestra identidad, sentimos incomodidad.
También, en muchas ocasiones, las creencias que creamos en el pasado y que, en el momento fueron útiles, pero puede que hoy nos están estancando.
Por ejemplo, en la pasada pandemia, la creencia de quedarnos aislados y generar sana distancia nos pudo ayudar a cuidar nuestra salud y nuestra vida, pero en el momento actual, si seguimos creyendo lo mismo y actuando como hace casi cinco años, esta misma creencia queda obsoleta y nos puede generar problemas de salud física, mental y emocional.
De la misma manera, en las familias, cuando tenemos niños, tenemos la creencia poderosa de que no deben salir de noche y eso nos permite cuidar de su vida y su integridad; pero si queremos aplicar la misma creencia cuando se convierten en adultos, estaremos limitando su crecimiento, sus sueños y, tal vez, el éxito en sus vida laboral.
Al tomar consciencia de las creencias sobre las cuales genero mis decisiones, mis acciones y mis actitudes, puedo adquirir la habilidad de gestionar y cambiar las que se encuentren limitando el fluir natural y asertivo del grupo, y que se convierten en un bloqueo hacia la productividad y la salud emocional.
¿Qué podemos hacer para generar una identidad que nos lleve al éxito y a alcanzar los resultados deseados?
Comencemos a diseñar nuevas creencias que nos otorguen más energía y que sean un verdadero motor para el equipo y para tu familia. Y al igual que una familia, que crea nuevos recuerdos y tradiciones, cada uno de nosotros debe adoptar estas nuevas creencias para ver cómo se convierten en hábitos en nuestro trabajo diario.
Si sientes que las dinámicas en tu equipo de trabajo o en tu hogar podrían beneficiarse de una renovación, es el momento perfecto para dar el paso hacia el coaching de equipos, para identificar patrones, fomentar una comunicación efectiva y crear un ambiente donde todos puedan alcanzar su máximo potencial, generando un entorno donde la colaboración fluya, las creencias limitantes se disuelvan y cada miembro se sienta valorado e importante.
¡Hagamos de esta experiencia una oportunidad para crecer y brillar juntos!
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