La violencia en contra de la mujer es una herida abierta de la historia. Ellas, las que lucha, para cerrar esta herida han abierto tres principales frentes de lucha: el ideológico, el de las armas y el de la resistencia.
El frente ideológico se remonta a Olympe de Gouges, quien en 1791 redactó la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, exigiendo igualdad política y social. Su valentía le costó la vida, pero su legado sigue vivo en cada demanda por equidad.
El frente de las armas tiene múltiples ejemplos. Uno de los más impactantes es el caso de las mujeres de Tamil Durante la guerra civil de Sri Lanka (1983-2009), que no solo enfrentaban una lucha de nación sino también desafiaban las normas patriarcales de su sociedad.
El tercer frente es el de la resistencia, donde encontramos historias silenciadas por mucho tiempo. Uno de los ejemplos más brutales es el de las mujeres de consuelo durante la Segunda Guerra Mundial: miles de mujeres, muchas de ellas asiáticas, fueron secuestradas y obligadas a servir sexualmente a soldados japoneses. Este modelo de explotación no es cosa del pasado. En México, las trabajadoras de maquiladoras encarnan una versión moderna de este abuso: largas jornadas, bajos salarios, acoso sexual y violencia sistemática. Según el Observatorio de Trabajo Digno, más del 60% de las mujeres que trabajan en fábricas mexicanas han sufrido alguna forma de acoso o discriminación. Pero la resistencia no siempre ha sido con armas ni en las calles; también se ha dado en las cortes y contra sistemas que han intentado controlar los cuerpos de las mujeres. Un caso paradigmático es el de Emmer Adaline Buck, víctima de las políticas eugenésicas en Estados Unidos. Su historia llevó al caso Buck contra Bell (1927), donde la Corte Suprema de EE.UU. legitimó la esterilización forzada de mujeres consideradas «no aptas» para reproducirse. Este fallo reflejó cómo el Estado ha usado la ciencia y el derecho para justificar la opresión de las mujeres más vulnerables.
Hoy, 8 de marzo, no es solo un día de conmemoración, sino de lucha. Las mujeres siguen enfrentando violencia, discriminación y explotación. Pero también siguen abriendo caminos, derribando barreras y construyendo un futuro donde la igualdad no sea una utopía, sino una realidad. La batalla no ha terminado: el frente sigue abierto.
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