CÓMO FOMENTAR LA COHESIÓN DE UN EQUIPO DE TRABAJO O FAMILIA
En el corazón de cada equipo de trabajo, resuena un concepto poderoso: el de tribu o familia. Este vínculo afecta profundamente cómo interactuamos, nuestra cercanía y, sobre todo, el sentido de pertenencia que funciona como un aglutinante y que permite la cohesión de los colaboradores con su empresa.
Se trata de algo más que cumplir con tareas: se refiere más a crear conexiones auténticas que, al fin y al cabo, definen las relaciones en todos los niveles de nuestra organización. Pero existe un ingrediente vital que transforma estas interacciones: la emoción.
Las emociones constituyen un pilar dentro de las interacciones de los equipos: conforman el sistema de energía, no en un sentido holístico, sino como la fuerza que impulsa a que los equipos trabajen, es decir, como la gasolina para un automóvil.
Las familias también funcionan como un equipo y, si observamos, la emocionalidad predominante le transfiere una identidad a cada una de ellas. Dependiendo de la calidad de la emocionalidad, será la calidad de las relaciones que se desarrollen en la misma.
Cuando mezclamos la emocionalidad con el sentido de pertenencia, comenzamos a construir un entorno similar al de una familia fraternal. En esos momentos de desafío, compartimos nuestras vulnerabilidades, revelando lo que realmente somos.
En este contexto, la tribu puede generar un lazo casi fraternal, donde cada miembro se siente parte de algo más grande, unidos por valores, intereses y sueños comunes.
Un equipo es, en esencia, un sistema de relaciones, conversaciones y procesos compartidos, todos orientados hacia un objetivo común.
Sin embargo, hay que señalar que, a veces, quienes lideran el equipo se pueden parecer más a la madrastra de Blanca Nieves que a una figura paternal: raramente comparten sus anhelos, o la valorización por un buen trabajo, o propias inseguridades; y se centran, a menudo, en el cumplimiento rápido y efectivo de los objetivos, dejando de lado la parte emocional.
Lo mismo sucede con los colaboradores que, en vez de sentirse parte y fomentar un sentido de competencia sano, tienen la creencia errónea de que, en la medida en que puedo hacer quedar mal a mis compañeros, van a conseguir una posición de más jerarquía, olvidando el crecimiento personal y la calidad del trabajo que realizan.
Así, debemos considerar dos dimensiones fundamentales: la de SER EQUIPO y la de lo que un EQUIPO HACE. Si partimos de la premisa de que estas personas, con sus diversas competencias y habilidades, se agrupan para alcanzar un objetivo en común, se abre un vasto campo de oportunidades para el crecimiento y el desarrollo. Y si, por otro lado, exploramos lo que el equipo desea SER, aparecerán los principios y valores que guían nuestras conductas y forjan la identidad y creencias del grupo.
¿Qué tanta interconexión personal tienes con los miembros de tu equipo? ¿O de tu familia?
Al final, el verdadero potencial de un equipo no radica solo en lo que logra, sino en cómo se siente al hacerlo.
En la tribu, cada uno de nosotros encuentra su lugar y, al mismo tiempo, se nutre de las emociones que nos hacen humanos. Juntos, podemos avanzar hacia metas comunes, enriquecidos por la diversidad y unidos por el compromiso.
Unámonos y construyamos juntos un equipo donde cada voz cuente, cada emoción sume y cada meta sea nuestro compromiso compartido! ¡Actuemos como la tribu que somos!
Si necesitas más información para unir a tu equipo, o para mejorar la calidad de las relaciones en tu familia, estoy aquí para ayudarte.
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