¿POR QUÉ SE ME DIFICULTA CAMBIAR MIS HÁBITOS?
Los seres humanos nos inspiramos en el crecimiento. Generalmente, buscamos maneras creativas de vernos mejor, de sentirnos mejor, más jóvenes o atractivos, o de mejorar nuestro desempeño laboral y nuestras relaciones.
Frecuentemente estamos buscando diversas maneras de generar cambios, a nivel físico, como hacer ejercicio o mejorar la alimentación, o en la salud, como dejar de fumar o dormir más temprano, o en mejorar en nuestro desempeño laboral, como adquirir habilidades de comunicación o desarrollar la gestión emocional y las decisiones estratégicas, para adquirir mayores fortalezas y atrevernos a tomar riesgos, a enfrentar los retos y vivir de una manera que genere mayor contribución a nuestra vida.
Enfilados en ese ideal, el de crecer y mejorar, comenzamos a realizar las diversas acciones que se requieren con total convicción y compromiso, pero, en muchas ocasiones, al paso de unos días, claudicamos o volvemos a los mismos hábitos de antes, con la percepción de que no podemos cambiar.
¿Qué sucede en nuestro interior que nos impide o nos puede sabotear los cambios positivos? ¿Será que estamos divididos y no tenemos control sobre nuestras reacciones?
No es que estemos así, sino que este proceso es debido a nuestra programación. Los seres humanos poseemos una especie de sistema operativo, que se ha ido programando a lo largo de nuestras vidas mediante los significados que damos a nuestras experiencias.
Su misión fundamental es alejarnos del dolor y acercarnos al placer, accionando programas subconscientes que provocan que permanezcamos en una zona de confort para protegernos.
Ese programa resignifica el esfuerzo y lo asocia con dolor y, como si fuera una madre sobreprotectora, puede sabotear nuestros intentos de cambio para evitar que experimentemos emociones incómodas.
También, a la hora de realizar algún cambio o internarnos en lo desconocido, lo asocia con peligro, frenando nuestros deseos de cambio y aferrándose a lo que es familiar.
Para lograrlo, es crucial no luchar contra él, pues resistirlo sólo refuerza su defensa. La mejor estrategia será fluir a su favor instalando programaciones nuevas que generen una nueva forma de percibir los estímulos externos y las emociones que derivan de realizar procesos y acciones nuevas.
Este proceso comienza con la introspección: hacernos preguntas que nos inviten a reflexionar sobre nuestras emociones y reacciones.
Entonces, ante eso que te está generando dificultad, te recomiendo que te hagas las siguientes preguntas: ¿Qué estoy sintiendo? ¿Qué pensamientos subyacen a estas emociones? ¿A qué le temo realmente? ¿Qué me impulsa a actuar de una manera específica en determinadas situaciones? (Mi historia personal secreta dentro de la situación).
Y, después de este proceso, genera preguntas que te conduzcan a que el sistema encuentre evidencias, para que, con las respuestas, pueda irse convenciendo a sí mismo de que existe la posibilidad o que, incluso, ya lo habías podido hacer antes. Eso permitirá que puedas instalar una nueva creencia que se programe en el mismo.
Preguntas como: ¿cuándo logré una conversación profunda en la que logré llegar a un buen acuerdo? ¿Por qué será que me sale bien correr? ¿En qué momento de mi vida me sentía tan bien sin fumar?
Actuar con consciencia implica un compromiso con el autoconocimiento y el crecimiento personal. A medida que identificamos los programas que nos restringen, empezamos a liberarnos de las ataduras del pasado y podemos abrirnos a un futuro lleno de crecimiento enriquecido por nuestras experiencias, siendo protagonistas de nuestro propio destino.
Solo así podemos dejar atrás las limitaciones y abrazar la vida con una renovada perspectiva, siendo protagonistas de nuestro propio destino.
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