El maestro, el alcalde y la constitución
En esta ocasión te platico de un hecho anecdótico que sucedió en una comunidad rural de nuestra hermosa ciudad de Saltillo, específicamente en la escuela de Rancho Nuevo. Un reclamo de laicidad que terminó siendo una defensa al derecho de los menores.
Era el mes de noviembre de 1938, unos días antes de la conmemoración del inicio de la revolución mexicana, cuando el maestro de la escuela rural de Rancho Nuevo, quien firmaba como J. G. Aguilar, le envió una carta al Lic. Mauricio D. González pidiéndole que emitiera una orden para suspender las clases de catolicismo que se les ofrecía a sus estudiantes los domingos después de la misa.
El maestro aseguró que dicha actividad se encontraba fuera de la ley, pues el articulo 3º de nuestra Constitución era, y sigue siendo, muy específico al señalar que la educación deberá de ser impartida por el Estado. El profesor Aguilar escribió y cito textual: “Suplico haga el favor de ordenar a las autoridades del poblado de Rancho Nuevo, prohíban que en lo sucesivo el templo del lugar sirva para que a los niños se les enseñe el camino de la esclavitud material y espiritual a que conducen los fanatismos de cualesquiera de las religiones existentes”. Pues bien, pareciera que el encargado de la educación de los menores de Rancho Nuevo era un ateo confeso.
Sin embargo, el presidente municipal de esta hermosa ciudad de Saltillo, jurista de profesión, le contestó la carta dando una cátedra de derecho, pues además de negarle la petición le explicó al profesor que dicha educación, es decir la que imparte el Estado, además de ser laica, es precisamente la que el propio maestro J. G. Aguilar impartía en la escuela federal rural de la comunidad de Rancho Nuevo, asegurándole que tanto los padres como los niños tenían el derecho de profesar la creencia religiosa que más les agrade, como lo dice el articulo 24 de la misma Constitución mexicana.
Esta es la historia que sucedió en Saltillo, que aconteció por medio de cartas entre un maestro de la comunidad Rancho Nuevo, ubicada exactamente a 50 kilómetros de donde estaba la presidencia municipal, y un presidente municipal que terminó dando clases a un maestro.
Por cierto, estimada y estimado Saltillense esa escuela tiene hoy el nombre de Benito Juárez.
Autor
-
Es Saltillense*, papá de tres princesas mágicas, Rebeca, Malake y Mariajose. Egresado de nuestra máxima casa de estudios, la Universidad Autónoma de Coahuila, en donde es catedrático, es Master en Gestión de la Comunicación Política y Electoral por la Universidad Autónoma de Barcelona, el Claustro Doctoral Iberoamericano le otorgó el Doctorado Honoris Causa. Es también maestro en Administración con Especialidad en Finanzas por el Tec Milenio y actualmente cursa el Master en FinTech en la OBS y la Universidad de Barcelona.
Desde el 2012, a difundido la historia, acontecimientos, anécdotas, lugares y personajes de la hermosa ciudad de Saltillo, por medio de las Cápsulas Saraperas.
*El autor afirma que Saltillense es el único gentilicio que debe de escribirse con mayúscula.
Otros artículos del mismo autor
OPINIÓN19 febrero, 2025CÁPSULAS SARAPERAS
OPINIÓN5 febrero, 2025CÁPSULAS SARAPERAS
OPINIÓN22 enero, 2025CÁPSULAS SARAPERAS
OPINIÓN12 enero, 2025CÁPSULAS SARAPERAS