Trump, la amenaza como estrategia
Donald Trump se anotó tres victorias internacionales en menos de 24 horas sin la necesidad de incrementar un solo punto los aranceles. Algo sin precedentes para un mandatario que lleva menos de veinte días en el cargo.
Tres actos le bastaron al presidente estadounidense para concretar su estrategia. Primero, amenazó con imponer aranceles más altos a sus vecinos. Luego, como demostración de firmeza, dictó las órdenes correspondientes. Por último, quizás en la comodidad de su campo de golf, esperó las llamadas de sus pares y ofreció pausar las nuevas tarifas durante un mes a cambio de cumplir con sus condiciones.
Consiguió que Canadá reconociera a los cárteles mexicanos como terroristas. Además, las autoridades canadienses accedieron a incrementar la vigilancia de sus fronteras.
Logró 10 mil efectivos de la Guardia Nacional y del Ejército Mexicano para contener el cruce de migrantes y la entrada de fentanilo a Estados Unidos.
Horas antes, Panamá anunció que no renovaría su acuerdo de entendimiento con China. Esto sucedió después de que Trump insinuó que tomaría por la fuerza el control del Canal de Panamá.
¿Cuál es el secreto de Donald Trump para conseguir sus objetivos tan rápidamente? ¿Nos hallamos ante un nuevo orden impuesto por el magnate, donde las convenciones y tratados internacionales, el diálogo y la cooperación entre pares, y los protocolos son irrelevantes porque ahora Estados Unidos promueve sus intereses mediante la intimidación y agraviando a las autoridades?
La clave para que el presidente estadounidense doblegue a sus contrapartes no reside en aplicar castigos, sino en la amenaza de aplicarlos. La estrategia es la amenaza o el chantaje, si se quiere llamar así. La táctica es el vituperio.
Las amenazas de Donald Trump fueron efectivas porque, sin aumentar los aranceles o tomar por la fuerza el Canal de Panamá, indujeron con relativa facilidad a las autoridades de estos tres países para que sus acciones respondieran a los intereses de Estados Unidos. Si las nuevas tarifas no se hubiesen pausado, o si se reactivan al término del plazo fijado, entonces la estrategia sería un fracaso.
Detrás de esta estrategia hay una inteligencia de datos, análisis y escenarios. No todo depende de las habilidades personales de Trump. Para que la amenaza sea verosímil y, por tanto, exitosa, se deben cumplir dos supuestos.
Primero, las consecuencias económicas de imponer aranceles más altos deberían ser mayores para México y Canadá que para Estados Unidos. De otra forma, los países amenazados podrían pensar que el magnate solo estaba fanfarroneando.
Segundo, en toda amenaza, por más firme que parezca, debe existir un margen para un acuerdo mutuamente beneficioso. Esto significa que quien lanza la amenaza está dispuesto a negociar y ceder algunas concesiones. No es coincidencia que el presidente estadounidense firmara las órdenes ejecutivas durante el fin de semana para ceder tiempo al arreglo.
Quizás el mandatario permaneció en la Oficina Oval, esperando ansiosamente las llamadas de México y Canadá. Para algunos, Trump era el más interesado en que Claudia Sheinbaum y Justin Trudeau se comunicaran.
¿Las autoridades canadienses y mexicanas cedieron demasiado pronto? En mi opinión, México hizo lo correcto. Evitar una guerra comercial es la prioridad, considerando una desaceleración económica en el horizonte.
Pero cuidado, porque al cerrar las fronteras, los cárteles compiten por el mercado nacional, situación que provoca mayor violencia.
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