La verdad, como el aceite…
Hacíamos muchas travesuras cuando íbamos a casa de la abuela, pero ninguna le molestaba tanto, como aquellas que hacíamos en su jardín. Ya fuera escarbar un poco para hacer pasteles de lodo, tomar las macetas vacías como recipientes para nuestro restaurante, o la más grave de todas, arrancar hojas y flores de diversas plantas para adornar nuestros “platillos”. En cuanto mi abuela notaba los destrozos, además de llamarnos la atención, preguntaba quién o quiénes, fueron los autores de dichas fechorías y agregaba “la verdad, como el aceite, queda encima siempre” por lo que no quedaba más remedio que confesar nuestros “crímenes”.
Tratándose de los delitos sexuales, ojalá fuera cierto el refrán de mi abuela, tristemente, la naturaleza del propio delito, los señalamientos de la sociedad hacia las víctimas y nuestro sistema judicial no abonan a que sea así.
Peor es el caso cuando las víctimas son niños pequeños y más aún, cuando las autoridades educativas encargadas de salvaguardar el bienestar y los derechos humanos de las infancias, hacen todo lo contrario.
Como en el caso de la pequeña Kim, en el estado de Baja California, en donde el secretario de educación Gallego Cortés, emitió un comunicado en el cual reitera todo su apoyo para los docentes quiénes encubrieron el abuso sexual infantil (ASI) cometido al interior del jardín de niños “Graciano Viniegra Salazar” al que acudía a la pequeña. La madre de Kim, Dulce Corona, ha recibido críticas y duda sobre la veracidad de sus declaraciones, desde que se dio a conocer de manera pública el caso.
Esta manera de actuar no es un caso aislado, es muy común escuchar de agresiones a víctimas infantiles y que la sociedad y el gremio de docentes llámese maestras o maestros, directivos, personal administrativo, secretarios de educación, etcétera, salgan a pronunciarse en favor de sus colegas y pongan en duda el dicho de los menores y de los padres.
Las reacciones de la sociedad comúnmente son las mismas, cuestionar a la madre (sí esa señora que no estaba en el momento de la agresión porque el menor se encontraba en una institución educativa) cuestionar la vida familiar del infante, inclusive señalar que los niños son fantasiosos o que pueden estar confundidos respecto a lo que ocurrió.
Y esto yo lo puedo entender desde una mirada ignorante, donde vivimos en un mundo color de rosa en el cual los niños no se tocan; sin embargo, la realidad es muy diferente.
En el informe “es un secreto” La explotación sexual infantil en escuelas, la Oficina de Defensoría de los Derechos de la Infancia (ODI) realiza una exhaustiva investigación de diversos casos ocurridos en México dónde, se señala, por ejemplo, que la práctica de la SEP de realizar investigaciones internas y no denunciar los delitos es muy común, haciendo “difícil distinguir entre la omisión y el encubrimiento”.
Este informe es sumamente interesante pues nos da una mirada al horror del ASI y lo describe, no como casos aislados, sino como una red de explotación infantil en la que incluso participan más adultos, llevando a cabo los abusos dentro y fuera del plantel educativo, e inclusive documentando dichas agresiones para exponerlas en mercados de explotación sexual vía internet. Aunque el informe resulta muy duro de leer, se le puede encontrar de manera libre en internet, y nos ilustra de manera muy puntual y precisa cómo sucede el abuso sexual hacia los menores, relatando detalles que sugieren un patrón delictivo, a pesar de la distancia o de la diferencia entre los planteles educativos.
Si muchas más personas conociéramos las estadísticas o al menos nos interesáramos por los testimonios de padres de familia y las propias víctimas, sería mucho más fácil reconocer dichos abusos y por ende mucho más factible prevenirlos.
No se trata de iniciar tampoco una cacería de brujas e ir en contra de todos los adultos que tengan contacto con menores por el desarrollo de su profesión, al contrario, agradecemos mucho a quienes tienen la vocación para dirigir y educar a las infancias ya sea dentro de un ambiente educativo o deportivo y de recreación, de lo que se trata, es de brindarles espacios seguros, de garantizar los derechos humanos de las infancias, proteger su niñez, se trata de que seamos más conscientes y que estemos más alertas para ver las señales.
Porque, como decía mi abuela “la verdad, como el aceite, queda encima siempre” pero no siempre estamos dispuestos a verla. Aunque sea dolorosa y difícil de aceptar, la explotación sexual infantil existe, podemos evitarla, la pregunta aquí es, ¿realmente queremos?, ¿estamos dispuestos a hacerlo? ¿o vamos a voltear a otro lado para seguir viviendo en nuestro mundo color de rosa?
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