EL GOLUM QUE TODOS LLEVAMOS DENTRO

El ego es simplemente una idea de quién eres que llevas contigo

Wayne Dyer

Todo lo que usted crea que es y posee como rasgo de carácter, sea bueno o malo, cualidad o defecto, fortaleza o debilidad, todo, sin excepción, es ego. La autoimagen, la famosa autoestimas, la mejor versión de nosotros mismos y cualquier cosa referente a un yo está en el rango de lo egoico.

Todos sus esfuerzos por superar sus malos hábitos y limitaciones, para convertirse en una mejor persona, son parte de la formación y perfeccionamiento de un yo social; por tanto, provienen del ego. Seamos claros, no lo hace por los demás, sino por usted mismo, y eso está bien.

El ego es nuestra identidad, compuesta a partir de la pertenencia a un grupo, una sociedad, una especie. La construimos con aprendizaje, afinidades y diferencias, simpatías y antipatías.

De ninguna manera es como lo hemos venido viendo: el Golum del cuento, para, cómodamente, colocar fuera de nosotros la parte indeseable y convertirla en el personaje desconfiable y despreciable, incluso en el enemigo.

La creencia predominante en nuestra cultura es que hay que derrotar, es más, eliminar el ego, porque es el origen de todo sufrimiento, malas actitudes y conductas. Tan estigmatizado está, que cualquier cosa buena que se asocie con él deja de serlo de inmediato. Si usted hace una buena labor, no faltará quien, para demeritarlo, diga: “sí, pero es por ego”.

Una vez claro que el ego es identidad y que ésta es un yo, mencióneme un ser humano que carezca de alguno de estos dos elementos de la personalidad, incluidos esos grandes maestros que aconsejan derrotarlo, trascenderlo o arrancarlo de nuestro ser, lo cual, por supuesto, están haciendo egoicamente, porque solo el ego puede estar en contra del ego.

El ego es nuestra imagen de persona merecedora. Lo que merecemos depende del contexto social, pero, fundamentalmente, perseguimos satisfacer nuestras necesidades psicológicas básicas: amor, protección, seguridad, atención, validación, certidumbre, entre otras.

Por eso el ego también es capaz de cosas buenas, de afectos, de filantropía, de cambiar y hacer sacrificios, como Golum en sus buenos y mejores momentos. “Nos guste o no, somos seres con ego: tenemos una identidad que proteger y no queremos perder nuestra cordura”, dice el reconocido psicoterapeuta Walter Risso.

No todo ego es egoísmo, por eso podemos ser capaces de cosas buenas tomando en cuenta a otros, previendo los resultados que causarán nuestras acciones, primero, claro, en beneficio propio, pero también de aquellos de los que, nos guste o no, dependemos en determinada medida. Es una cuestión de ganar-ganar. Por eso, abandone esa moral que le indica que debería ver por los demás antes que por sí mismo. Eso es autoabandono. Cuando esté bien, podrá hacer el bien, mientras esté mal, solo lastimará, aunque esté lleno de buenas intenciones.

El ego es una construcción para que estemos bien con nosotros mismos primero. Cuando usted es soberbio, déspota, agresivo, avaro, codicioso y cualquier aspecto negativo que haya desarrollado, no es problema de su ego, el no recibe las heridas, como hemos venido creyendo, sino nuestra psique y nuestro corazón, antes dañados por el dolor de la humillación, la traición, la injusticia, el rechazo, el desamor y cualquier herida no sanada de infancia, nuestra o de nuestros padres, de los cuales, literalmente, absorbemos sufrimiento como esponjas, por medio de la empatía. El ego solamente las toma como punto de partida para protegernos, porque para él somos primero en la escala de la sobrevivencia y el bienestar. Como todo, el instinto de supervivencia de la especie nace en cada individuo, después se colectiviza.

Cuando resignificamos nuestro pasado, gestionamos emociones y nos responsabilizamos, le damos nuevas perspectivas, herramientas y sentimientos al ego; entonces éste nos protege como el campeón que realmente es. Nosotros le damos las armas. Elijamos cuales, miedo o amor, seguridad o inseguridad, confianza o desconfianza, optimismo o pesimismo.

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Autor

El Heraldo de Saltillo
El Heraldo de Saltillo