Por esas extrañas coincidencias de la vida, cuando se anunciaba que Donald Trump sería condenado por sus pagos ilegales a una exactriz porno, los medios informaban la muerte de James Carter.
Y también podrían coincidir si es que no se oponen los abogados de Trump, la lectura de su sentencia en un tribunal de Nueva York este día 10 de enero y el funeral de Estado de Carter en el Capitolio de Washington, el jueves 9.
Fuera de esas casualidades, no hay nada más opuesto que la personalidad de estos dos expresidentes estadounidenses.
Carter era pastor protestante en la iglesia metodista de su Plains natal, permaneció casado con Rosalynn 77 años, desde su matrimonio en 1946; él tenía 21 años y ella 18 y su hija Amy asistió durante toda su presidencia a una escuela pública cerca de la Casa Blanca, con maestros y estudiantes de raza negra.
Trump saltó a la mala fama con un programa televisivo, en el que se mofaba de los participantes; ha tenido tres esposas engañando siempre, a la de turno y sus hijos asistieron a colegios “elegantes”.
Carter condenó el trato de Israel a los palestinos comparándolo con el que sufrían los negros sudafricanos en el apartheid; y cuando la Suprema Corte permitió el dinero privado en las elecciones, declaró que los cargos públicos estaban fuera del alcance del norteamericano común “por esos sobornos políticos”.
Trump alardea sobre los millones que tiene o colecta para sus campañas y vende cualquier mercancía para aumentarlos.
Carter devolvió a Panamá el Canal que estaba bajo jurisdicción gringa.
Trump amenaza ahora con quitárselo y a nosotros con cambiar el nombre del Golfo de México.
Carter respetaba la autodeterminación de los países y a sus mandatarios.
Trump insulta y amenaza a todos los que puede con excepción de la nobleza británica que por alguna razón le inspiran a humillarse.
Lejos de ganar millonadas dando conferencias como los Bush, Bill Clinton y Barack Obama al dejar la presidencia, Carter creó en 1982 el Centro Carter dedicado a promover esos derechos humanos y civiles que a Trump le importan un pito y de los que entonces se hablaba poco.
No levantó torres con su nombre ni tuvo mansión en Mar-a-Lago como Trump, pero construyó casas para gente pobre con su fundación Habitat for Humanity; impulsó el acceso de los más necesitados a la salud pública y erradicó casi totalmente la enfermedad que por un parásito en el agua, mataba millones en Guinea.
Y para borrar el estigma del Sida, abrazó junto a Nelson Mandela dos bebés con el virus.
Rosalynn no fue famosa por su vestuario o su desdén a los actos oficiales como Melania, sino por participar en reuniones de gabinete y alentar el Acuerdo de Camp David entre Israel y Egipto en 1978.
Y en 2002 acompañó a su marido a recibir el Premio Nobel de la Paz que le fue otorgado “por sus esfuerzos para encontrar soluciones pacíficas a los conflictos internacionales, impulsar la democracia y los derechos humanos y fomentar el desarrollo económico y social”.
Al provocador Trump seguramente nunca se lo darán y menos por alguno de esos motivos.
Aficionado al ajedrez y a la carpintería, Carter talló un tablero con todo y figuras y lo subastó con fines benéficos en 102 mil 300 dólares, que pagó el príncipe Bandar bin Sultan embajador de Arabia Saudí en Estados Unidos.
Trump desprecia el trabajo manual y el desafío intelectual.
En fin…
Enviada por el periódico El Día, estuve un nevado 20 de enero de 1977 en la toma de posesión y en dos de los muchos “bailes de inauguración” a los que el presidente Carter asistió para agradecer a colaboradores y periodistas.
No imaginaba para nada entonces, que dos años después y gracias a su política de derechos humanos y a su embajador para defenderlos Andrew Young, también pastor protestante, pude salir ilesa de Haití.
A donde había ido en noviembre de 1979 mandada también por El Día, para reportear la terrible situación de hambre en la que el pueblo vivía y la atroz represión que en su contra ejercían el Baby Doc Duvalier y sus Tonton Macoutes.
Varios de estos policías torturadores violando todos los preceptos internacionales y con la complicidad del embajador Rafael Eugenio Morales Coello, vivían en la embajada mexicana en Puerto Príncipe.
Mataron ante él en los jardines de la residencia, a una muchacha que acudió a pedir asilo y ese mismo día, le ayudaron a encarcelar en un sótano de la casa, a tres comunistas haitianos que pretendía vender al Baby Doc.
Pero la rápida reacción de la Secretaría de Relaciones Exteriores encabezada por Santiago Roel a quien describí los hechos; y la ayuda que inmediatamente prestó el gobierno del presidente Carter, permitió que fueran rescatados.
Autor
Otros artículos del mismo autor
- OPINIÓN8 enero, 2025POLOS OPUESTOS
- OPINIÓN1 enero, 2025FELIZ Y SANO 2025
- OPINIÓN18 diciembre, 2024ALIADA DE LAS ABEJAS
- OPINIÓN11 diciembre, 2024UNA BUENA Y UNA MALA