COMPETENCIA Y COOPERACIÓN

 Columna de El Colegio de Economistas de Coahuila, A.C.

 China y México: Lecciones de historia y desarrollo

 Por: Ana Isabel Gaytán García

Las sociedades funcionan con una serie de reglas políticas y económicas creadas e impuestas por el Estado y por los ciudadanos. La historia de cada país deja una huella que determina su presente económico, político y cultural. México y China son dos naciones con trayectorias históricas similares, pero con desenlaces muy distintos. ¿Qué decisiones marcaron estas diferencias?

En México la colonización comenzó en 1519 cuando Cortés y sus hombres llegaron a la ciudad de Tenochtitlán el 8 de noviembre, fueron recibidos por Moctezuma emperador azteca de una manera pacífica no sabiendo que ellos no tenían buenas intenciones, la conquista militar de los aztecas se completó en 1521. Cortés comenzó a dividir el recurso más valioso, la población indígena, a través de la institución de la encomienda.

Hacía 1847 México perdió la mitad de su territorio a favor de Estados Unidos, poco después en 1863 ocurrió la invasión francesa, hechos que hicieron que las instituciones mexicanas no terminaran de consolidarse.  Para el siglo XIX en el Porfiriato, se violaban los derechos de propiedad, facilitando la explotación de enormes extensiones de tierra, y concedía monopolios y favores a sus seguidores en toda especie de negocios, incluida la banca. Aquel comportamiento no era nuevo, sino que reproducía exactamente lo que habían hecho los conquistadores españoles y también Santa Ana siguiendo su ejemplo. La Revolución Mexicana de 1910, fue una fuerte incisión estructural, fueron años de lucha y así la nación fue creciendo económicamente hasta alcanzar la estabilidad a partir de los años 20´s.

En China, los desafíos comenzaron en el siglo XVIII, cuando los europeos llegaron al imperio interesados en el comercio de té y opio. Entre 1839 y 1860, Inglaterra obligó a China a abrirse al comercio europeo y a ceder el territorio de Hong Kong. En 1894, Japón declaró la guerra a China y la derrotó gracias a su superioridad técnica, lo que resultó en la pérdida de Corea, Taiwán y Formosa. El viejo imperio quedó en una situación crítica, lo que fue aprovechado por otras potencias europeas. Internamente, se desarrolló una fuerte oposición que culminó en el levantamiento de los bóxers en 1900. Los disturbios fueron tan intensos que varias naciones occidentales intervinieron militarmente. En septiembre de 1901, el conflicto terminó con la derrota de los bóxers, dejando a China a merced de los imperialistas y obligada a permitir el comercio sin restricciones. La Revolución China de 1949, precedida por la de 1911 (que ocurrió casi al mismo tiempo que la Revolución Mexicana), marcó el inicio de un proceso de fortalecimiento y reconfiguración que se consolidó entre 1968 y 1985.

Durante la pandemia de 2020, un año que ha quedado registrado como uno de los más críticos y regresivos a nivel global, China fue la única economía cuyo PIB creció un 2.3%, mientras que en México se registró una caída del 8.3%.

Ambos países enfrentaron crisis similares, pero China logró transformar sus desafíos en oportunidades. ¿Qué explica esta diferencia? La clave es que todo comienza desde la conciencia, los directivos mexicanos aspiran al éxito profesional en forma de un puesto mejor dentro de la misma empresa y los líderes chinos ven su permanencia sólo como un trampolín hacía un emprendimiento. El país asiático vivió un siglo de humillación, pero se dieron cuenta que su sistema económico y político no estaba funcionando, así que comenzaron a invertir en educación, mejoraron sectores claves como agricultura, industria, defensa nacional y ciencia y tecnología. Su historia nos enseña que el cambio empieza por la conciencia: como individuos y sociedad, debemos preguntarnos qué necesitamos transformar para avanzar.

Como conclusión China es actualmente el segundo socio comercial de México a nivel mundial. El fenómeno del nearshoring ha incentivado a empresas chinas a invertir en nuestro país, aprovechando la proximidad geográfica con Estados Unidos y las ventajas del T-MEC. Esta dinámica podría posicionar a México en las cadenas globales, generando oportunidades económicas y tecnológicas, pero también desafíos. Para maximizar estos beneficios, debemos fortalecer la infraestructura, fomentar la innovación local y el emprendimiento, pero, sobre todo, aprender de las lecciones que la historia nos legado.

 

Nota: la autora es Vicepresidenta Ejecutiva de Programas de Género de El Colegio de Economistas de Coahuila, A.C.

 

 

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El Heraldo de Saltillo
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