La 4T ante el déficit y la reforma fiscal
La 4T se ha propuesto dejar huella como el movimiento de izquierda que logró reducir la pobreza y la desigualdad en México. Pero se requerirán muchos recursos en los próximos años a fin de sostener los programas sociales sobre los que descansa su estrategia.
El problema es que el sistema tributario actual o un mayor endeudamiento no garantizan el suministro de fondos para financiar esta dinámica de gasto. La recaudación es insuficiente y el pago de los intereses desequilibraría aún más las finanzas públicas.
Diversos especialistas ya habían advertido que algunos gobiernos progresistas en América Latina estaban incurriendo en altos déficits debido a los costos de luchar contra el denominado neoliberalismo, en particular si se prioriza la política social frente a otras opciones de desarrollo.
Esta es la razón de que la magnitud del déficit público dado a conocer hace pocos días, haya sido identificado como una alerta financiera, no solo para los analistas, sino también para los líderes de la 4T.
La brecha entre ingresos y gastos del gobierno federal crece en forma consistente a partir de 2018, llegando a niveles históricos en el tercer trimestre de 2024. Según los reportes de la Secretaría de Hacienda, la economía mexicana no experimentaba déficits considerables desde hace décadas.
Algunos dirigentes, entre ellos Ricardo Monreal Ávila, se cuestionan si los ingresos tributarios del gobierno serán suficientes para sostener los programas sociales en el futuro.
El legislador morenista incluso condiciona la disponibilidad de recursos para el desarrollo social y la sostenibilidad de las finanzas públicas a una reforma fiscal “urgente” y de “gran envergadura”.
Monreal no suele andarse por las ramas. Si propuso cambios radicales al sistema fiscal es porque al interior de su grupo parlamentario tienen claro que no existen muchas alternativas para reducir el déficit sin realizar recortes presupuestales.
La respuesta de corto plazo fue recurrir a la deuda pública, según se deduce de la aprobación de la Ley de Ingresos 2025. No obstante, se debe saber que los intereses en términos del PIB también alcanzarán cifras récord para fines de 2024. Contratar más deuda sin provocar mayor presión al gasto no parece factible en este momento.
El escenario financiero se complicó cuando la calificadora Moodyʼs degradó las perspectivas fiscales y económicas de México a una calificación “negativa”. La agencia precisó que en las próximas revisiones la nota crediticia también podría sufrir un ajuste a la baja. Es mejor no tentar al destino, porque de otra manera los intereses subirían al cielo.
Otra opción, antes de considerar una reforma fiscal de gran calado, sería gastar menos. La Secretaría de Hacienda se ha propuesto realizar ajustes al presupuesto de dependencias y entidades federales, incluyendo la desaparición de órganos autónomos, pero los recortes serán insuficientes ante la presión política para cumplir los compromisos de la 4T.
Porque no se trata solo de fortalecer los programas sociales, mejorar la seguridad, reanimar el sistema de salud y cristalizar los proyectos de infraestructura prometidos por Claudia Sheinbaum durante su campaña, también hay que facilitar la tarea transformadora de los gobiernos locales otorgándoles más recursos.
Esta administración tiene la oportunidad de conceder mayor prioridad financiera a los estados y municipios. La voluntad está ahí; lo que falta es dinero.
En conclusión, “Hay déficits que la deuda pública no puede solucionar. Para todo lo demás existe la reforma fiscal”.
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