CUIDADO, RATAS AL VOLANTE

Mientras muchos países del mundo se la pasan en guerras, conflictos políticos internos y ayudando o combatiendo a los cárteles de las drogas cada día más extendidos, hay científicos que dedican sus vidas a investigar las sorprendentes capacidades de los animales.

Hace semanas les conté de las ratas que se toman selfies y hoy reproduzco parte de lo dicho al portal The Conversation del pasado 11 de noviembre, por la profesora de Neurociencia del Comportamiento de la Universidad de Richmond, Kelly Lambert, cabeza del equipo que enseñó a roedores a conducir vehículos.

Explicó que aunque se está haciendo en ratas, su investigación es también útil para nosotros; porque demostró los beneficios que para el cerebro humano tiene, pensar en hacer cosas que nos gustan.

El primer cochecito para ratas fue hecho con un recipiente de plástico para cereales y al advertir que las ratas agarraban y movían con habilidad el cable-acelerador y conducían con facilidad a donde recibirían un premio, les hicieron otro más complejo.

Y fueron las que vivían en jaulas amplias y con juguetes, las que aprendieron más rápido; comprobando la hipótesis de que los entornos complejos, mejoran la capacidad o neuroplasticidad del cerebro.

Pero no esperaban, que las ratas mostraran tanta felicidad al ver acercarse a sus jaulas a quienes las llevarían al Park Rat, su área de juegos; “saltaban como los perros, cuando saben que van a salir a caminar”.

Esa alegría provocada por lo que harían, les cambiaba la química cerebral; especialmente la dopamina, de manera similar a los productos farmacéuticos; y les hacía levantar la cola, respaldando estudios que asientan que las emociones se sienten en todo el cuerpo.

Y ahora las ratas de la científica Lambert, manejan cochecitos diseñados por el profesor de robótica John McManus; con cableado a prueba de sus dientes, neumáticos indestructibles y palancas similares al Cybertruck de Tesla.

Otros dos neurocientíficos, Jaak Panksepp y Curt Richter encabezaron otras pruebas con ratas.

El primero, les hizo cosquillas y se agitaron encantadas.

El segundo, hizo nadar durante horas a ratas salvajes en cilindros de vidrio hasta que morían de cansancio, pero ratas de laboratorio que nadaron el mismo número de horas y habían sido alguna vez rescatadas, “sobrevivían por la esperanza” de serlo de nuevo.

Las capacidades animales han llevado a algunos países a entrenarlos y “alguno de ellos, podrían estar espiándote” dice un artículo de Sergi Alcalde para National Geographic de este 24 de octubre.

Murciélagos, palomas mensajeras, ardillas, esturiones, buitres y tiburones han sido utilizados para el espionaje a través de la historia

Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos planeó colocar diminutos dispositivos incendiarios a murciélagos, para que los dejaran caer masivamente en Japón.

Las palomas mensajeras fueron usadas por uno y otro bando durante las dos guerras mundiales para recabar y compartir información, según documentos desclasificados de la CIA, porque son aves comunes capaces de ocultarse entre miles y tomar fotografías desde muy lejos y a distancias más cortas que los aviones.

En 1960, la CIA invirtió 20 millones de dólares en cientos de gatos a los que colocaron micrófonos en las orejas y radiotransmisores en la nuca, para espiar a los soviéticos.

La tecnología era perfecta, pero los gatos tomaban sus propias decisiones y se iban a donde les daba la gana y no a los sitios indicados.

La Marina gringa adiestró animales marítimos para localizar minas submarinas, recuperar equipos y detectar buceadores enemigos.

Y la NASA pescó dos siluros, pez parecido al bagre, a los que puso Charlie y Charlene y distintos dispositivos electrónicos para recoger muestras de agua de ríos y no se ha descartado que los sigan usando.

En 2019 un pescador noruego vio en aguas del norte, un esturión o beluga que parecía tener algo ajeno a su cuerpo; lo capturaron y descubrieron un arnés con una cámara fotográfica.

Como parecía habituada a actuar con humanos y se acercaba mucho a barcos y submarinos, se pensó había sido entrenada por la marina rusa y escapado de algún recinto especial y le pusieron Hvaldimir; mezcla de la palabra noruega para ballena y de Vladimir, nombre de Putin.

La liberaron y hace un año fue vista cerca de Suecia, pero este pasado agosto se encontró su cadáver; tal vez no pudo encontrar suficiente alimento en esos rumbos porque su hábitat es mucho más al norte.

Se asegura que los servicios secretos de Israel e Irán, han estado usando ardillas, tiburones y buitres para espiarse uno al otro.

Y con el avance de la tecnología, ya hay drones espías disfrazados hasta de insectos; así que ¡mucho ojo! con las moscas.

 

Autor

Teresa Gurza
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