La insensibilidad social es un tema de actualidad, que desafortunadamente padecen la mayoría de las personas que se concentran en las grandes urbes, provocada por el ritmo tan acelerado de vida que resulta bastante estresante, por las grandes distancias del hogar a los centros de trabajo, provocando un alto nivel de tráfico y de accidentes, además, del alto costo de las viviendas, lo que complica otorgar los servicios públicos necesarios a la población, no se posee el tiempo suficiente para la diversión, la contaminación aumenta provocando serios problemas de salud y se incrementa la inseguridad, por ende, altas tasas de criminalidad. Esta situación impide pensar en el prójimo, dejando a un lado la solidaridad.
La insensibilidad social es definida como la incapacidad perceptiva y emocional de saber identificar y evaluar los sentimientos que las situaciones o las personas producen en nosotros, es decir, es la imposibilidad de poder identificar, examinar, designar los sentimientos personales ante el sufrimiento de los otros. Esto provoca que las personas no tengan empatía, les es imposible ponerse en el lugar de los demás, están imposibilitados en comprender lo que están pasando las personas y reaccionan con indiferencia. Las personas con falta de sensibilidad por la situación que sufre el prójimo manifiestan conductas como la ira, estrés, baja autoestima, frustración, soledad, fracaso, irritación, lo que les impide ser solidarios con el prójimo. Los aprendizajes sociales, las situaciones de la naturaleza o el contexto que tienen que vivir las personas en el tiempo, indudablemente determinan la conducta, las personas manifestamos una forma distinta de concebir el dolor y el sufrimiento, propio o del prójimo.
Hace unas semanas en una reunión de café con las amigas, se comentó que una persona al salir del auto sufrió una dramática caída, desafortunadamente su situación le impedía ponerse de pie nuevamente, se golpeó el cuerpo y la cara, inmediatamente la sangre cubrió su rostro, en ese momento las personas que pasaban por el lugar demostraron su indiferencia, no la auxiliaron, sin embargo, después de poco tiempo, se aproximó a ella, un señor y dos mujeres, que con gran cuidado la levantaron auxiliándola. Quiero resaltar que los milagros existen, las personas que demostraron solidaridad eran dos enfermeras y un doctor, que la atendieron adecuadamente y manifestaron su asombro por las personas que no les importó ver a una persona lastimada que necesitaba ayuda inmediata.
Me pregunto: ¿Por qué perdemos la sensibilidad ante el sufrimiento de nuestros semejantes? Será porque pensamos que nunca vamos a pasar por una situación desagradable, debemos recordar que todos estamos expuestos a sufrir un percance, ojalá y nunca olvidemos que en situaciones difíciles estamos obligados a dar apoyo a nuestros semejantes. Es una satisfacción personal ayudar sin recibir nada a cambio. El hacerlo solo nos quita unos minutos u horas, puede ser que a lo mejor llegamos tarde al trabajo, a la cita, al ejercicio, o a cualquier actividad. Considero que vale la pena, porque no sabemos cuando podemos estar en una situación semejante. Acudamos a socorrer, ayudemos, apoyemos, si lo practicamos lo fomentaremos en nuestra familia, estaremos unidos, construiremos un lugar seguro, firme y estable para vivir en armonía en la sociedad, si lo pensamos más seriamente es lo que deseamos todos en esta sociedad en crisis, no provoquemos más caos en nuestro entorno, recordemos que en grupo es posible cambiar la realidad por una mucho mejor ¡Seamos solidarios!
Autor
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Cursó la Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública en la UNAM. Obtuvo el Grado de Maestra en Psicología Social de Grupos e Instituciones por la UAM-Xochimilco y el Doctorado en Planeación y Liderazgo Educativo en la Universidad Autónoma del Noreste. Cuenta con la Especialidad en Formación de Educadores de Adultos por la UPN; y con los siguientes diplomados: en Calidad Total en el Servicio Público, Análisis Politológico, y en Administración Municipal en la UNAM, entre otros.
Ha desempeñado diferentes cargos públicos a nivel Federal, Estatal y Municipal e impartido cursos de capacitación para funcionarios públicos, maestros, ejidatarios en el área de Administración Pública y Educación. Catedrática en la UNAM, UA de C, UVM, La Salle y en la UAAAN. Asesora y sinodal en exámenes profesionales en el nivel licenciatura, maestría y doctorado. Ha publicado varios artículos en el área de administración pública y educación en diferentes revistas especializadas, ha asistido a diferentes Congresos a nivel nacional e internacional como ponente en el área de Administración Pública y Educación, coautora en dos libros. Autora del libro Islas de Tierra firme.
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