Una expectativa se forma a partir del anhelo interno que una persona tiene respecto a algo que considera que podría ocurrir, y que establece como el único resultado posible. Entre ellas, se encuentran las expectativas que tenemos ante una situación, las que generamos ante una persona, y las que, consciente o inconscientemente, tenemos de nosotros mismos.
Bajo las expectativas, idealizamos a las personas y esperamos que sean o se comporten de la manera en que proyectamos esa idea en nuestra mente.
Una de las fuentes de mayor sufrimiento en la vida es generada por aquellas expectativas que proyectamos hacia los demás, y que pronunciamos, como un hecho absoluto, que cumplirán, cuando no nos hemos dado el tiempo de comunicarlas asertivamente.
Pretendemos que el otro adivine qué es lo que esperamos de él, o que conozca cómo nos sentimos, o qué requerimos, o cuáles son nuestras necesidades. Nos parece “normal” que el otro conozca cuáles son nuestras expectativas, bajo la creencia de que, como es lo que nosotros haríamos o daríamos, sería lógico que el otro actuara de la misma manera, omitiendo una gran verdad: cada persona es un mundo diferente, y lo que es importante o necesario para mí, no lo es precisamente para la otra persona.
Generalmente, cuando las personas no cumplen con nuestros requerimientos internos, nos enojamos; llegamos a la conclusión de que no han sido justas o de que no les importamos, y caemos en el victimismo. Como consecuencia, llega la desilusión a quebrantar todas las imágenes mentales, dando un golpe duro de realidad a nuestros anhelos no expresados.
Hay quienes, actuando de manera muy tonta, aplican la “ley del hielo», esperando que, aún con más silencio y menos comunicación, el otro adivine sus pensamientos y le pida perdón por aquello que desconoce. Creen que con su hostilidad van a lograr cambiar al otro para que se ajuste a la versión idealizada que construyeron de él,
Y, como las cosas no cambian ya que el otro no sabe adivinar, esperan hasta que perciben que se les pasa el enojo y todas aquellas emociones que les provocaron alejarse de manera pasiva agresiva. Entonces, declaran que ya todo está bien, que ya “se les pasó”, cuando lo único que pasó fue un tiempo valioso para construir una relación sana. ¡Qué locura!
Pasa el tiempo, se adormecen los enojos y se almacenan añejándose en las barricas del rencor. Se van acumulando los reclamos internos y las situaciones no solucionadas, pudriéndose en su interior, y generando nuevos problemas como consecuencia de no haber resuelto los anteriores, hasta que llega el momento en que ocurre una explosión magnánima en donde se lastiman y quebrantan cimientos que jamás deberían haberse tocado.
¿Cuál es la razón oculta detrás de permanecer en silencio?
En muchas ocasiones, nos negamos a hablar porque en el fondo sabemos que, aunque sea de una manera muy sutil, somos responsables del problema y parte de la causa. Reconocerlo genera mucho miedo, porque nos hace sentir vulnerables, erráticos. Y olvidamos que, precisamente, a través de cometer errores, es como llegamos a crecer y a aprender, cuando somos capaces de aceptar nuestra parte de responsabilidad.
Tanto en el trabajo como en las relaciones personales, lo más sano es aprender a comunicarnos. Es necesario tener claro lo que se espera de mí para hacer un análisis claro de qué es lo que puedo dar. Entonces, sabré si me queda el traje o no. También se requiere comunicar lo que yo espero del otro, ya que hacerlo permite que generemos acciones claras, que podamos llegar a acuerdos y, en consecuencia, ambos comprometernos a cumplirlos.
Recuerda que nadie está obligado a cumplir algo que EXPRESAMENTE nunca aceptó. Y que, esperar que lo haga, es solamente una fantasía. Por eso decimos que: “las cuentas claras generan amistades duraderas”.
La “ley del hielo” e impedir que el otro se acerque es una forma de violencia pasivo-agresiva que lastima lo más profundo del ser. También provoca que las distancias se hagan más grandes y los vacíos crezcan. Al aplicarla, lo único que estás haciendo es quemar puentes que, en el futuro, será necesario que cruces si deseas permanecer en la relación.
Una comunicación abierta y asertiva te permitirá generar soluciones y compromisos, sanar los errores y fortalecer tus relaciones. Si deseas aprender a comunicar con efectividad tus necesidades y, más allá, que tengas claro, primero para ti, qué es lo que esperas en una relación de cualquier tipo, con gusto puedo ayudarte con una metodología clara y muy fácil de aplicar. ¿Te interesa aprenderla?
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